lunes, 16 de junio de 2014

La noche a través del espejo

Si últimamente algún libro tenía todas las papeletas para gustarme, era este. Primero, porque me venía muy bien recomendado, segundo porque el autor (Fred Brown) me gusta desde leí ¡Marciano, vete a casa!, tercero porque la edición de Reino de Cordelia es excepcional y se nota el cariño puesto en ella, y cuarto y más importante, porque mezcla la novela policiaca y los relatos de Lewis Carroll sobre Alicia y sus extraños viajes. ¡Es que lo tiene todo para triunfar!

Pero no. La lectura es amena y entretenida, en ningún momento me he arrepentido de la compra, pero no va a pasar a mi lista de grandes novelas. ¿Y por qué? Pues lo de siempre, mi manía con las tramas. ¿Acaso La noche a través del espejo carece de trama? Al contrario, tiene dos. Y no casan bien.

Ojo, que vienen spoilers.

El protagonista de la historia es el director del modesto periódico local de una pequeña población de Illinois. Cansado de sacar siempre noticias mediocres de limitado interés, sueña con el día en que suceda algo con lo que pueda dar el bombazo. Y una noche van presentándose esas oportunidades, con intensidad creciente (un accidente en la fábrica de pirotecnia, un atropello, un robo en el banco que él mismo impide), hasta culminar con su secuestro por parte de unos peligrosos criminales que termina con la muerte de uno de ellos y la detención del otro. Irónicamente, no puede publicar ninguna de estas noticias por diferentes motivos, ya sea por no perjudicar a sus amigos o porque la policía quiere mantener el secreto hasta atrapar al resto de la banda. En otro giro final, tan propio del autor, cuando ya le sobran noticias para cerrar la edición las circunstancias vuelven a tornarse, y paso a paso se le comunica que puede informar de todo lo sucedido.

La otra trama es la que orbita (aunque no durante demasiado tiempo) alrededor de los libros de Alicia. Sin comerlo ni beberlo, nuestro protagonista se ve acusado de la muerte de dos personas y de agredir al sheriff (de esto último sí es culpable, aunque en defensa propia). Él sólo puede dar como coartada la visita de un curioso individuo para invitarle a cierta enigmática reunión de aficionados a Carroll, de la que carece de la más mínima prueba y que pronto se revela como un montaje. Esta parte es más floja, a pesar de su mayor potencial, porque no llega a aprovechar las posibilidades literarias más que con un par de pinceladas. Si en lugar de aficionado a Carroll lo hubiese sido de Dickens, por decir algo, no habría que cambiar gran cosa. Aparte de lo cual, enseguida se intuye quién es el culpable.

¿Cuál es el verdadero problema? Pues para empezar, que las tramas apenas guardan conexión entre sí, a pesar de que tienen lugar en la misma noche. Eso hace que mi siempre débil suspension of disbelief se vaya al carajo. Raro es que te secuestren unos atracadores, raro es que alguien cometa dos asesinatos y los cargue en tu haber, ¿pero las dos cosas a la vez, sin relación entre ambas? No way.

Además, las dos se estorban mutuamente. En una novela ya de por sí breve, no hay espacio para desarrollar adecuadamente las consecuencias de todos esos sucesos, y la acción aparece apelotonada, sin que llegue a calar su trascendencia. Esto lo podréis comprobar en la culminación del libro, donde el protagonista pasa de estar con el agua al cuello a solucionar todos sus problemas en un santiamén y de forma muy poco creíble. Pero muy poco, en serio, y con un pequeño Deux ex machina en medio. No cuento más por no revelar el final, pero vaya cuerpo de policía más poco profesional...

Adicionalmente (y me meto ya en teoría narrativa), el clímax de la primera trama tiene lugar al principio de la segunda. Esto es un desastre, porque nuestro personaje no puede sufrir una transformación personal en ese punto, o encararía el verdadero desafío con distintas expectativas. Por eso, toda la parte del secuestro y el tiroteo no parece tener importancia, porque nadie cambia a consecuencia de ello. Eso deja un sabor extraño en el lector (o por lo menos en mí), como si de pronto te fueran a decir que todo eso no fue más que un sueño. De hecho, algo así estaba esperando, dado el bajo realismo de lo que estaba sucediendo ante mis ojos y, sobre todo, que los relatos de Alicia no dejan de ser precisamente eso y, hasta cierto punto, hubiese estado justificado echar mano de un recurso tan manido.

Mala, en cualquier caso, no es esta novela. Simplemente, no tan buena como podría haber sido de centrarse en una sola de las tramas (voto por la segunda, por la originalidad). Ya sé que hablamos de los años 50, en un género por entonces volcado en el entretenimiento y no en alcanzar cimas literarias, pero sigo sin entender las notas que tiene en Goodreads. Si os apetece una lectura ágil y tenéis gustos diferentes a los míos (lo cual sería lo más normal), apuntadlo en vuestra lista.

La noche a través del espejo. Fredric Brown.
Night of the Jabberwock (1950).
Reino de Cordelia, 2014. 304 págs, 19€.

4 comentarios:

iulius dijo...

El punto fuerte de Brown es el ingenio, y a ésta no le falta. Escribió un churrillón de novelas policiacas, al parecer muchas de ellas deleznables, pero hay varias aprovechables. A mí ésta me gustó realmente, pero yo tengo debilidad por cosas de ingenio, metaliteratura y entretenimiento. En la ci-fi completa viene otra novela cifi también muy divertida, no recuerdo ahora mismo el título. Y los microrrelatos, algunos son cumbres del género.

Entropía dijo...

¿Pero dónde está la metaliteratura? Porque la relación con Alicia, que al principio parece importante, luego se queda en nada. Hablan de los libros y tal, pero poca cosa. ¿La llave? Tangencial.

Y mi mayor problema es la credibilidad. A nadie le pasan tantas cosas inconexas en la misma noche, y encima sigue su vida tan pancho.

Pero por mí genial que os guste, ojalá pudiera decir lo mismo :-(

Saludos,
Entro

iulius dijo...

La credibilidad en las tramas de Brown, o más bien la verosimilitud, es muy débil. El lector tiene que firmar un pacto, tiene que ser muy cómplice.

Entropía dijo...

¡Deténganlo por cómplice!

Saludos,
Entro