Se cumple ahora un año desde la publicación de La Fuente de las Tinieblas, y en el mundo del mercado literario eso es una eternidad. Por suerte la distribución ha funcionado bien y el libro ha estado presente en tiendas al menos hasta navidad (que como ya imagináis es una época muy importante para las ventas), y confío en que siga disponible para los lectores interesados durante bastante tiempo aún. Pero el caso es que empieza a ir tocando pasar página y extraer lecciones de lo que se ha hecho bien y lo que podía haberse hecho mejor. Las comparto por si pueden seros de utilidad en vuestra propia carrera literaria («carrera», que palabra tan estresante, ¿no?).
Una de las decisiones que más complicaciones trajo, como ya comenté en su momento, fue la de centrar todos los relatos en una población, Fontenebra, que está descrita deliberadamente de forma muy genérica pero que muestra unos rasgos específicos, básicamente de degeneración suburbana, en un entorno claramente actual o muy próximo a la actualidad. Fue esta una restricción que me obligó a prescindir de unos cuantos relatos que no encajaban en ese entorno, lo que a su vez conllevó que el proyecto se retrasara más de lo previsto, pero se ha revelado como una buena idea. De este modo la antología cobra coherencia, los relatos se ayudan entre sí dando lugar a una especie de sinergia metaliterario. Estoy convencido de que, de haberse publicado de forma individual, por ejemplo en antologías colectivas, estos relatos no habrían causado ni de lejos el mismo efecto en los lectores (lo cual llevaría a otras reflexiones necesarias sobre la absurda fiebre de lass antologías colectivas, pero no es esta la ocasión apropiada).
Lo que ya no tengo tan claro es que dejar Fontenebra tan difuminada haya sido lo más acertado o no. Por un lado yo no quería que mi población se convirtiera en una especie de Arkham, donde cada casa oculta un terrible secreto y cada caminante es un monstruo disfrazado; me parecía que de ese modo todo perdería credibilidad. Pero por otro, parece que los lectores prefieren, en su mayoría, tener algo concreto que imaginar y donde ambientar sus propias historias (por cierto que ya hay varias partidas de rol inspiradas por La Fuente de las Tinieblas, como Sangre Nueva). Quizá incluso hubiese merecido la mena relacionar con más fuerza las historias entre sí. A este respecto, y aunque ando últimamente muy parado por culpa de la vida, estoy colaborando con Tillinghast (los que frecuentéis Leyenda.net ya sabéis bien de quién se trata) para preparar un breve documento, una especie de «Secretos de Fontenebra», donde se explique la historia y situación actual de esta población ficticia, como ayuda para los aficionados. A ver si en unos meses puede ver la luz.
Volviendo al libro, muchos lectores (yo diría que todos) han acogido con entusiasmo la presencia de las «notas desde Fontenebra» donde explico un poco el origen y los objetivos de cada relato. No entiendo por qué no se hace más a menudo esto en las antologías, en lugar de tanta «biografía de los autores» que no interesa a nadie. En cuanto a las ilustraciones interiores, están muy bien pero no me da la impresión de que hayan triunfado, porque no se ve fácilmente que forman una especie de escena animada. Si era por llegar a las 300 páginas (número mágico al parecer), hubiese bastado con tocar la maquetación y hacer la letra un poco más grande, facilitando al mismo tiempo la lectura (porque estaremos de acuerdo en que 100.000 palabras dan de sobra para eso).
Y entro ya en dos aspectos editoriales que han sido fundamentales, como ya preveía: portada y distribución. Son cosas que en la edición tradicional quedan fuera de las manos del autor, y sin embargo marcan el sino del libro. La portada, y en general el aspecto exterior del tomo, da confianza al posible comprador. Al fin y al cabo le estoy pidiendo a la gente que se gaste casi 20€ en mi antología; lo mínimo es que al cogerlo parezca «un libro de verdad». Tapa dura, ilustración atractiva, buen papel… Cuenta mucho.
En cuanto a la distribución, es básico, aunque penséis que los tiempos han cambiado. Que el libro esté en tiendas físicas (y bien a la vista), que el distribuidor sea conocido y se mueva con diligencia cuando hay pedidos, que enseguida se reponga en plataformas online como Amazon, o que se le haga un hueco en las ferias del libro, es muy importante. Y eso a pesar de que la promoción no ha sido precisamente brillante, contradiciendo los dogmas de la «literatura 2.0». Para que veáis que no hay que fiarse de todo lo que se dice por ahí.
En todo eso he tenido mucha suerte con Edge y las empresas que trabajan con ellos. Me da pena pensar que si saco alguna vez otro libro (que lo dudo), con casi total seguridad no contará con un apoyo comparable a ese nivel y por lo tanto llegará a mucho menos público. En fin, c'est la vie, lo que cuenta es haber llegado hasta aquí. Feliz cumpleaños, Fontenebra .
Edge Entertainment, 2016. 315 págs, 19.95€.
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