Pues parece que sí, que definitivamente la conocida serie de cómics de El Bruto (The Goon, obra de Eric Powell) se ha acabado. Puede pensarse que era algo evidente, ya que no se publica ningún nuevo número desde octubre de 2015, pero no estaba tan claro ya que en el final de la última miniserie, Once Upon A Hard Time, Powell se dejaba la puerta abierta a continuar con una especie de «spinoff» (tentativamente llamado Lords of Misery) que retomara los principales personajes. Pero todo apunta a que no. No por el momento, al menos. Y es una buena ocasión para repasar lo que ha significado este cómic.
En España, la editorial Norma dejó de publicar la serie a partir del volumen 13. Una pena, porque sólo faltaban dos para terminar, aunque no me extraña que las ventas hubiesen bajado porque los últimos tomos eran bastante flojos. Powell daba rienda suelta a su humor gamberro en lugar de hacer progresar la historia y, a pesar de que seguían estando muy bien dibujados (este hombre ha acabado por desarrollar un estilo asombroso), no aportaban gran cosa al que ya conociera la vaina. También os digo que son cómics que usan poco texto y se entienden perfectamente en inglés, que eso no os frene.
Lo que más me interesa es ver qué hace especial a El Bruto, aparte de su calidad artística. Se ha dicho (a menudo de forma peyorativa) que una característica de la cultura actual es la mezcla de conceptos preexistentes, como si ya estuviese todo inventado y sólo fuéramos capaces de crear a través de la fusión. No me siento capacitado para validarlo o no, pero la verdad es que Powell plasma en El Bruto una amalgama de diversos géneros que, sorprendentemente, funciona muy bien. Así por encima, tenemos:
● Género negro. Algo evidente sólo con hojear cualquier número. Aquí se prescinde del tradicional detective y se adopta la no menos clásica vertiente de la «narración mafiosa». Ya para empezar, el Bruto es el líder de una banda que controla los bajos fondos de una pequeña ciudad, y sus enfrentamientos con la ley y con otras bandas están presentes desde el principio. También comparte la escala moral de grises propia del noir, como ley frente a justicia, corrupción frente a venganza, etc. La propia ambientación (hay bastantes anacronismos, muchos deliberados, pero los años 40-50 podrían ser una buena aproximación) apunta a ello, así como su galería de femmes fatales.
● Sobrenatural. Lo que empezó como un elemento puramente gamberro, e imagino que para diferenciarse de otros cómics similares, ha acabado marcando la serie. Primero eran los zombis que actuaban como una banda mafiosa más, pero Powell ha ido añadiendo elementos del terror clásico, mucho de serie B (aunque esta influencia era más obvia al principio y ha ido desvaneciéndose) y no pocas de las tradiciones de cuentos de hadas (en su versión menos edulcorada, por supuesto). Un cajón de sastre donde cabe todo, sin dar explicaciones lógicas y que el autor usa para contar las historias de desesperanza que le gustan y poder salirse de las típicas peleas entre matones.
● Gótico sureño. Personajes retorcidos por dentro y por fuera, monstruos de feria, paletos, fanáticos religiosos, crueldad con ancianos, niños y desvalidos… Muchas de las historias del El Bruto parecen sacadas de lo más tradicional de este género literario, empezando por el propio trasfondo de su personaje principal y sus motivaciones, y la verdad es que es de lo mejor de la serie. Es en estas facetas además donde Powell se deja la piel con los lápices. No olvidemos tampoco su aspecto de protesta social, muy destacado en varios números y que entronca con temáticas del género negro moderno (pienso por ejemplo en Ellroy cuando narra la represión de sindicatos y huelguistas en los años 50).
● Sátira. Sí, sátira y humor vulgar y políticamente muy incorrecto, un aspecto que no siempre está presente en la serie pero que cuando lo hace lo domina todo (y puede echar atrás a algunos lectores, la verdad). Powell es un provocador, como quedó claro con la falsa polémica de Satan's Sodomy Baby (una historia que no encontraréis en los tomos recopilatorios, aunque es bastante chorra). También es verdad que ha podido permitírselo por publicar cómic independiente, en una major no se lo habrían consentido, y creo que llega a abusar de ello. Es un elemento que, salvo las pocas veces que se presenta puntualmente, no acaba de encajar con el resto, sobre todo si uno pretende darle una continuidad al conjunto.
Y ahora que tenemos delante toda la serie hay que reconocer que, aunque ha tenido sus fases flojas, ha sabido mantener hasta el final una calidad y un interés encomiables. Y como el gran Watterson, Powell ha decidido jubilar a su personaje estrella antes de alargar innecesariamente su recorrido y perder su sentido original. Ahora toca esperar, a ver si lo retoma algún día y en ese caso si tiene cosas nuevas que contar o verdaderamente ya estaba todo dicho.
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