Uno de los aspectos fundamentales de cualquier creación literaria es la voz del narrador. Es una elección de la que no podemos escapar: aun cuando en nuestro texto no exista un narrador propiamente dicho, siempre habrá uno implícito. Si preferimos enfocarlo así, habrá un punto de vista, una cámara a través de la cual haremos llegar al lector los hechos descritos. Esta perspectiva de la narración es primordial porque, como también ocurre en la vida real, los mismos sucesos enfocados de otro modo conformarán una historia bien distinta. Por ello, conviene detenerse un rato y reflexionar sobre la cámara que vamos a escoger antes de ponerse a teclear.
Sobre los posibles narradores existen tantas teorías (a menudo contradictorias) como expertos en la materia, y personalmente creo que intentar catalogar los tipos de narrador es como ponerle puertas al campo: siempre habrá relatos que escapen a la clasificación propuesta. Además, no me interesa tanto clasificar lo que hay como ofrecer ideas, por lo que me limitaré a analizar del modo más sencillo posible las opciones fundamentales que uno tiene a su disposición. Si queréis profundizar más, buscad un buen libro sobre la materia.
Uno de las principales características de la voz narrativa es la persona y el tiempo verbal usados, así que voy a dedicar este primer artículo a enumerar los más habituales y sus usos, y si no me vence la vagancia ya me detendré en una entrada posterior sobre otros aspectos a tener en cuenta, como el tono del narrador, su objetividad (o falta de ella) y los conocimientos que posee sobre lo que está narrando.
Saludad a la tercera persona en pretérito, la reina de los narradores. Se usa tan a menudo, en tantos géneros distintos, que por fuerza acabaremos recurriendo a ella. Por fortuna no ofrece especial complicación. La historia en pasado y la tercera persona («él dijo») imponen un distanciamiento sobre lo narrado y permiten apropiarse de cierta neutralidad, de forma que el lector asumirá a priori que las cosas sucedieron tal como las contamos. Es un estilo que cansa muy poco, así que suele resultar idóneo para novelas e historias largas. También permite (en caso de que sea necesario) romper la cuarta pared, como se dice en el teatro: dirigirse al lector sin que chirríe demasiado. Suele ser una apuesta segura si no queremos complicarnos la vida.
Por su parte, la primera persona en pretérito aporta mayor cercanía a lo narrado, ya que es el protagonista (o alguien que al menos estuvo presente) quien cuenta lo que ocurrió. Por esto se suele usar en géneros que traten de impactar al lector, entre ellos y muy destacadamente el terror. También puede ser muy útil en aquellos relatos donde las acciones tengan menos importancia que los pensamientos de los personajes (el género negro es otro de los habituales de este enfoque). Si para comprender la historia necesitamos saber lo que pensaba y sentía el protagonista, casi seguro que debemos optar por la primera persona.
Existe no obstante un término medio entre ambos, que se suele llamar «narrador equisciente» y consiste en narrar en tercera persona pero como si fuera primera. El punto de vista siempre está centrado en un solo personaje y podemos meternos en su cabeza, con lo que en el fondo es como si lo narrara ese personaje, pero con mayor objetividad. Me recuerda a lo que hacía Julio César en los cómics de Asterix de hablar de sí mismo en tercera persona .
Con esos tipos de narrador os podríais tirar escribiendo toda la vida sin mayor problema. Pero os conozco y sé que os gusta complicar las cosas. Para empezar, ¿es necesario que escribamos siempre en pasado? En absoluto. El tiempo presente nos permite plantear una narración más dinámica e incierta. Al usar el presente, parece que lo que vaya a ocurrir a continuación esté todavía por determinar, que sea «el futuro», y por lo tanto se suele elegir cuando se pretende transmitir emoción e inquietud al lector. Por el lado malo, esa tensión continua cansa mucho antes que la tercera persona, así que no conviene abusar.
Dentro del tiempo presente, la tercera persona vuelve a ser la más usada, pero también veréis aparecer a menudo la primera en el stream of consciousness. De todos modos aquí no existe tanta separación entre una y otra, y se suele admitir que, incluso en tercera, se narren pensamientos íntimos de los personajes. Por eso nuestra elección dependerá de si planeamos saltar de un personaje a otro o no, y de si queremos estar siempre en el cerebro del personaje o contar otras cosas. Hay quien llega a usar la segunda persona en presente; es un estilo muy intrusivo que parece imponerse sobre el lector, privarle de libertad como si estuviera hipnotizado o soñando, y sólo se recomienda para casos puntuales.
¿Otros tiempos verbales para narradores poco habituales? El pretérito perfecto compuesto («hoy he visto») es un caso particular que suele presentarse con relativa frecuencia en la narración epistolar. El tiempo futuro, muy poco usado, es en realidad un caso extremo del presente, con connotaciones proféticas y por lo general adecuado sólo en distancias cortas. Por su parte, en Las vírgenes suicidas Jeffrey Eugenides se permitió la boutade de usar la primera persona del plural, una especie de narrador colectivo que no acaba de concretarse y que a él le quedó bien, pero desde luego no recomendado para novatos.
Y después de comentar tantas formas de plantear la narración, ¿cuál es la mejor? Pues ninguna, si pensáis como yo que la forma de narrar debe servir a lo narrado. Cada historia puede requerir un enfoque distinto (y a menudo una mezcla de varios narradores), y por tanto lo adecuado es probar distintas aproximaciones hasta dar con la que mejor encaje.
Ojo, que hay quien piensa lo contrario: que todas las historias ya han sido contadas (no les falta cierta razón) y que donde hay que poner el énfasis es en un estilo particular y personal de narrar. También puede ser válido, aquí no hay verdades absolutas pero ese no es mi proceder.
Segunda parte
Este artículo continúa en un artículo inesperadamente titulado El narrador (II). Que lo disfrutéis.
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