Cuando uno escribe para sí mismo es libre de hacerlo como más le plazca (o le pluga, me encanta esa conjugación arcaica), pero conforme empieza a albergar esperanzas de que sus proyectos vean la luz pública se plantea qué extensión le conviene más. ¿Libro tocho, relato breve, un término medio…?
Cuando surge este tema siempre hay quien dice que uno no debería preocuparse de la extensión, sino escribir libremente según le pida su historia. Por supuesto en parte tienen razón, pero igualmente conviene tener una idea más o menos aproximada de lo que tenemos por delante, por dos motivos. El primero es que el estilo y las técnicas que usemos varían completamente entre un tipo y otro (prueba a escribir una novela al ritmo narrativo de un relato corto, no hay quien lo aguante), y el segundo es que de la longitud del texto pueden depender mucho sus posibilidades de ser publicado. Esto es aún más válido en concursos y certámenes, que suelen imponer un límite estricto a la extensión de las obras aceptadas.
La medición más habitual de un texto es en función del número de palabras (hay quien se complica más la vida, con folios, caracteres y demás, pero esos individuos deberían ser expulsados de entre las gentes de bien). En el mercado literario en general, y en especial dentro de la literatura de género, se han ido imponiendo las normas de los premios Nebula, que son tal que así:
Categoría Nebula | Traducción aprox. | Extensión |
---|---|---|
Short Story | Relato corto | <7.500 palabras |
Novelette | Relato largo | 7500–17.500 palabras |
Novella | Novela corta | 17500–40.000 palabras |
Novel | Novela | ≥40.000 palabras |
Es un baremo útil pero un tanto confuso. Primero por los nombres de las categorías, ya que en castellano no tenemos ni novelette ni novella, sólo novela a secas, y por eso he añadido el término equivalente más común por estas tierras. Y segundo porque son divisiones que no acaban de encajar con el mercado actual. Voy a desgranar cada una y lo que cabe esperarse.
El relato corto es lo más fácil de publicar, normalmente en antologías colectivas (aunque ya no están tan de moda). La mayor parte de las convocatorias piden alrededor de las 5.000 palabras, por lo que es una extensión muy versátil, aunque la cosa puede variar de 3.000 a 7.500 palabras, según (estoy dejando fuera a propósito el microrrelato, que tiene su propio universo). El relato corto permite mucha experimentación y calidad literaria, por lo que me parece un excelente punto de partida e incluso de llegada. Debo decir no obstante que hay cierta trampa aquí porque, de igual modo que es relativamente sencillo publicarlos, es muy difícil tener éxito y mucho menos publicar una antología de relatos en solitario (un editor siempre preferirá una novela), por lo que existe el riesgo nada desdeñable de quedarse anclado en esa zona y acomodarse demasiado a lo que sabes que va a tener salida. Aquí cada uno debe valorar cómo prefiere ir avanzando, e incluso si quiere avanzar o ya es feliz así.
Al relato largo, en cambio, es complicado darle salida. Incluso los concursos que admiten hasta 10.000 – 12.000 palabras no suelen publicar luego a los ganadores porque no caben demasiados relatos por libro y, como las ventas de antologías colectivas suelen ser entre conocidos (triste pero cierto), no sale rentable. Curiosamente, si un editor accede a publicarte una antología en solitario (por ejemplo haciéndole chantaje) preferirá sin duda relatos largos y no cortos, porque cuando el lector ve que hay muchos textos breves tiende a creer que la mayoría serán morralla. Prejuicios, pero ahí están, así que aprovéchalos y planteáte una antología de relatos largos relacionados entre sí, como hice yo con La Fuente de las Tinieblas.
Como ya he comentado por aquí muchas veces, me encanta la novela corta. Grandes obras de la literatura universal tienen esta extensión que, por desgracia, ha ido perdiendo el favor del público y en consecuencia del mercado editorial. ¿Los motivos? Bueno, la reducción de las tiradas obliga a encarecer el ejemplar individual, lo que perjudica a las obras menos largas porque parecen demasiado caras (como si la literatura se valorara al peso). La parte buena es que en el mercado digital encaja bien la novela corta: se puede vender barata y proporciona una lectura intensa y rápida. Y como no requiere tanto tiempo de elaboración como una novela, al autor le puede salir rentable. También hay actualmente editores tradicionales que intentan apostar por esta categoría, y yo diría que 25.000 – 30.000 palabras (unas 100 páginas) es una extensión interesante.
La novela es la señora indiscutible del mercado editorial desde hace décadas, aunque no sin sus vaivenes. Teóricamente el concepto de novela implica, además de la extensión, ciertas consideraciones narrativas (experiencia intimista, tramas secundarias, etc.), pero actualmente se ignoran alegremente y lo mismo voy a hacer yo. Lo importante aquí es que los editores siempre prefieren novelas a cualquier otra cosa, pero la extensión ideal dependerá del género en cuestión y de la salud del mercado. Por ejemplo, en fantasía venimos de una época donde regía claramente el «cuanto más largo mejor», pero el público ha ido cansándose de tanta paja en el texto y ahora mismo publicar tochos de 500 o más páginas a un autor novel es muy poco viable.
Atendiendo a la clasificación de los Nebula, una novela de 40.000 a 60.000 palabras se va a quedar con casi total seguridad en tierra de nadie; demasiado corta para sacarla en una tirada estándar, demasiado larga para venderla muy barata en tapa blanda, como podría hacerse con una novela corta. Actualmente una buena horquilla serían 80.000 – 120.000 palabras, que se pueden meter fácilmente en unas 300 – 400 páginas, una cantidad por la que el público está dispuesto a pagar un precio razonable, pero como digo depende del género y lo que esté de moda. Mirad lo que vende en cada momento y sabréis lo que buscan las editoriales.
Podríamos considerar que las polilogías (por llamarlas de algún modo: trilogías, pentalogías…) son el escalón siguiente a la novela individual. Sé que hoy día hay muchas sagas conocidísimas y que no hay novela de éxito que no tenga sus continuaciones, pero yo no me lo plantearía de buenas a primeras. Salvo que seáis superfamosos (y entonces no sé qué hacéis leyendo este humilde blog) no deberíais hacerle una propuesta así a un editor, porque la perspectiva de tener que sacar varios tomos incluso si el primero no vende bien puede hacer que le dé el jamacuco. Ahora, si queréis dejaros la puerta abierta a posibles segundas partes, bien.
Buena suerte 😉.
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