Volvamos con mi vieja costumbre de hacer artículos sobre tríos (tríos de libros, malpensados). Como en su momento fueron, por ejemplo, Tres novelas que definieron los años 20, Tres novelas extrañas o Tres novelas cortas cinematográficas, vamos hoy con tres novelizaciones de famosas películas de los años 80.
En los últimos meses he leído varias adaptaciones de este tipo, aunque no es un género que en principio me atraiga. Ya en su momento hablé por aquí de la novelización de Dentro del laberinto, que en líneas generales resultaba decepcionante para el aficionado, y ese parece ser el sino de este género. ¿Cómo va a estar una adaptación a la altura de una gran película? Pero, evidentemente, algunas quedan más cerca y otras se precipitan antes.
Podemos empezar con la de Los Goonies, la famosa película de 1985 dirigida por Richard Donner sobre un relato del mismísimo Steven Spielberg y donde un grupo de adolescentes viven una aventura al viejo estilo, con tesoros, piratas, mafiosos y trampas difíciles de creer. El encargado de pasar el guión a un libro propiamente dicho fue James Kahn, conocido por encargarse también de la novelización de El retorno del jedi entre otras.
Voy a suponer que todo el mundo conoce la película, y la historia del libro es fiel a ella. Demasiado fiel, quizá, incluso en la traducción (si recordáis, en la versión original un personaje de origen hispano pasaba a hablar en italiano en la doblada, y aquí ocurre lo mismo). Por otro lado, se incluyen casi todas las escenas eliminadas de la película, cosa que no está mal (aunque a mí eso de que las chicas se exciten a calambrazos me sigue sonando raro).
Pero lo peor, y esto sí es cosa de Kahn, es el narrador escogido. La historia la cuenta Mikey (y Gordi su parte cuando se separa de los demás), y resulta demasiado simplista e infantil para una trama ya de por sí liosa. Parece que las cosas ocurran porque sí, y eso es aceptable en la vorágine de una película de aventuras, pero en un libro queda muy pobre.
James Kahn. Duomo, 2018. 260 págs, 14€.
Y por seguir con otro peliculón, está El club de los poetas muertos (1989), una de las actuaciones que catapultaron a la fama a Robin Williams. El excelente guión de Tom Schulman era semiautobiográfico (¿se pueden juntar tantos prefijos?) y de la novelización se encargó Nancy H. Kleinbaum, otra experta en el oficio que trabajó muchos años para Hollywood.
Aunque me gusta, reconozcamos que la película era un tanto tramposa (demasiado idealizado todo). En la novelización, además, la acción va demasiado rápida como para establecer unos fundamentos sólidos para los personajes (por ejemplo a la hora de diferenciar bien a unos chicos de otros, sin la ayuda de los distintos actores en pantalla resulta confuso). Para cuando te quieres dar cuenta, estás ya en la obra de teatro del Sueño de una noche de verano y se desencadena el fatal desenlace que todos conocemos. Y es que 170 páginas no dan para mucho.
Por lo demás, la verdad es que está bien resumido todo, es como volver a ver la película. Ah, y también aquí hay una escena erótica que a saber de dónde ha salido, en la que Keating obliga a los muchachos a hacer un examen mientras proyecta fotos de chicas en paños menores. Cosas veredes.
N.H. Kleinbaum. Círculo de Lectores, 1991. 172 págs.
Y para terminar, nada menos de Lady Halcón, película también de 1985 coprotagonizada por el recientemente fallecido Rutger Hauer y que se desarrolla en una ficticia comarca medieval (seguramente por la actual Francia, si hemos de basarnos en los nombres de los personajes), con ciertos elementos de fantasía que se agradecen dentro de un entorno razonablemente histórico.
En este caso fue Joan D. Vinge, prestigiosa autora de ciencia-ficción ganadora del premio Hugo en 1981, la que se encargó de la novelización, y en verdad es con diferencia la mejor de las tres (o de las cuatro si incluimos la de Dentro del laberinto, bastante sosa), no tanto por la historia en sí, que es fiel a lo visto en la gran pantalla, sino por el modo de contarlo, tan literario. Por supuesto, la labor del traductor Francisco Martín ha ayudado mucho a conservar todo ese lenguaje lleno de términos medievales que le da realismo.
Si dejamos eso de lado, la novela lógicamente no aporta mucho a la trama salvo algunas escenas sueltas aquí y allá. Ninguna erótica, que yo recuerde, aunque sí que existe cierta tensión entre Gastón e Isabeau (como era lógico) y la aparición final de una muchacha campesina pensada para que el Ratón no se quede solo. Un tanto innecesario.
Joan D. Vinge. Planeta, 1985. 187 págs.
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