No soy un gran fan de las novelizaciones de películas. Prejuicios, quizá. Me da la impresión de que las obras «por encargo» no pueden ser muy buenas (a pesar de que, por ejemplo, la de Desafío Total que hizo Pers Anthony me gustó en su momento). Pero ya sabéis que me encanta Dentro del laberinto y le tenía ganas al libro. Apareció en castellano en 2010, pero debió de pasarme por debajo del radar porque hasta hace poco no fui consciente de su existencia, y el otro día por fin pude hacerme con él.
Tras la sopa de iniciales de la portada se esconde Anthony Charles Hockley Smith, dramaturgo inglés que ya en 1982 fue el encargado de novelizar Cristal oscuro (esa no la he leído, no ha habido edición en castellano desde la de Plaza y Janés del 83).
En las webs literarias anglosajonas ponen esta breve novela por las nubes. Yo no puedo mostrarme tan entusiasta. Es una historia correcta, pero ni de lejos tan fascinante como la película. De hecho, en demasiadas partes parece una mera descripción del storyboard del film, con algunas explicaciones adicionales puntuales que más bien le roban magia a la historia. A mi entender, lo más interesante de este libro está precisamente en comparar los puntos fuertes de la narración literaria frente a la audiovisual.
Para empezar, lo que resultaba sutil en la pantalla se transmite explícitamente en la novela, desde la idea de que Jareth representa al actor que se fugó con la madre de Sarah (algo que se podía vislumbrar en las primeras escenas de la película, si uno estaba atento) a la decadencia de los festejantes que participan en el baile de máscaras durante esa famosa escena onírica o su connotación sexual. Las imágenes transmiten mucha información, eso es un hecho, y buena parte queda en segundo plano para el que la ve, mientras que en la letra impresa cada palabra llega al lector igual que las demás, y cuesta «disimular».
La literatura, por su parte, permite mucha más profundidad a la hora de reflejar los pensamientos y dudas de los personajes. Por ejemplo, la inseguridad de Sarah o los remordimientos de Hoggle cuando debe obedecer a Jareth para frustrar el rescate del bebé, cosas que en la película meramente se intuyen (aunque ya era suficiente, la verdad, y como digo todo eso no aporta nada que no supiéramos). Tal vez si el autor hubiera dispuesto de más libertad narrativa hubiese podido explotar mejor las fortalezas de la prosa, pero tal como está, es más lo que perdemos (voces, escenario, detalles) que lo que ganamos. Las escenas están mejor conectadas entre sí, pero a cambio son más serias, se pierde el toque de humor de las marionetas y los decorados.
¿Recomendable, en definitiva? Sí, pero sólo si ya sois fans de la película. Si no os convenció o, peor aún, no la conocéis, conviene dejarlo para mejor ocasión.
Los goblins del laberinto
Si habéis llegado hasta aquí, es que estáis de veras interesados en el mundo de Laberinto. En ese caso, y si no lo conocéis ya, tengo el gusto de presentaros Los Goblins del Laberinto.
Se trata básicamente un libro ilustrado (pero muy bien ilustrado), y aunque no está directamente relacionado con la historia que se narra en la película, sí con el mundo donde se desarrolla. Los dibujos y láminas son obra del gran Brian Froud, que diseñó los goblins y la estética del film, y los hilarantes textos que las acompañan corresponden al guionista de la película Terry Jones (miembro además de los Monty Python).
Lo malo es que resulta difícil conseguir un ejemplar hoy día, ya que se publicó el mismo año que salió la peli, 1986, y no ha habido reediciones. Pero si encontráis uno a buen precio, no lo dudéis (y si luego no os gusta, que ya me extrañaría, lo revendéis y os sacáis una pasta).
Plaza Joven, 1986.
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