Este año sólo he podido terminar nueve libros. Lo sé, voy a menos ☹️. No sé qué ha pasado; la vida, supongo. También ocurre que algunos tomos se me han atascado, y cuando eso pasa me puedo tirar meses leyendo sólo unas pocas páginas cada vez, sin decidirme a dejarlo.
Al menos, mantengo la variedad (quien no se consuela es porque no quiere). Sólo hay dos novelas contemporáneas en la lista (ambas lovecraftianas, y no casualmente, porque me gusta mantenerme al día del género), y con el resto cubro desde el siglo XIX a los años 90. Por lo visto la mayoría de lectores no se atreven con libros que tengan unos cuantos años a la espalda (o, mejor dicho, "a la contracubierta" 😁), pero a mí suelen ser los que más me gustan.
Guy de Maupassant (1880)
Eneida Editorial, 2019. 128 págs.
Un bonito regalo navideño de una persona muy especial. Por desgracia, aunque la edición es muy cuidada y la prosa de Maupassant siempre una maravilla (adoro sus relatos cortos), el texto no deja de consistir en unos cuantos capítulos sueltos que no acaban de centrarse en el personaje que le da título y acaban narrando anécdotas inconexas, unidas un poco porque sí. Una obra menor de este gran escritor.
Gabriel García Márquez (1981)
El Mundo, 2001. 95 págs.
Una auténtica obra maestra que no sé cómo no había leído hasta ahora (también es verdad que tengo una profunda laguna en cuanto a literatura hispanoamericana).
Esta novela corta es intensa, profunda y posee un estilo muy peculiar. En cierto modo, es como una novela negra al revés: todos los personajes son bastante buenas personas y, en el fondo, el crimen sucede casi sin querer. Pero tiene muchas capas de interpretación y una prosa magistral. Rara vez tan pocas palabras dieron para tanto.
Ander Pérez (2024)
Uzanza Editorial, 2024. 234 págs.
Una novela lovecraftiana leída dentro del Club de lectura de los Mitos. Un libro raro, quizá por la falta de experiencia del autor. La primera parte es demasiado apresurada y muy tópica, pero en la segunda plantea un entorno más tranquilo y e interesante, un misterio clásico en una mansión extraña, que lamentablemente no acaba de culminarse de forma satisfactoria precisamente porque se termina el libro. Ojalá se hubiera centrado en esa idea, prescindiendo de la más tópica, porque habría dado un resultado mucho más redondo.
Mijaíl Bulgákov (1967)
Alianza Editorial, 2000. 484 págs.
Un clásico de la literatura rusa moderna (entendiendo como moderna el siglo XX), una especie de realismo mágico al estilo eslavo, donde se critica los absurdos de la época soviética trayendo a Moscú nada menos que al diablo y su troupe, junto a una gran dosis de religiosidad reprimida.
Admito que me ha dejado confundido, lo estaba disfrutando mucho pero acaba repitiéndose y hay giros que me impulsan a replantearme las intenciones del autor (claro que eso es positivo, ¿no?). Por ejemplo, la figura del maestro, trasunto del autor, es totalmente irrelevante, casi debería llamarse «El diablo y Margarita» (esta última, otro personaje que tiene muchas interpretaciones…). Aún así recomiendo su lectura, acompañada de posterior reflexión.
Álvaro Aparicio (2023)
El Transbordador, 2023. 223 págs.
Buena prosa, cosa rara en los tiempos que corren (y en especial en la literatura de género, aunque nos duela), pero a veces las historias de esta antología acompañan y otras hay una especie de conflicto entre trama y palabras, es como si se anularan mutuamente. A ver, ojalá todas las antologías de relatos lovecraftianos fueran así; suelen resultar un desastre y en cambio aquí hay segmentos muy interesantes, como por ejemplo esa transición del Buenos Aires del corralito al reino de Azathoth, por mencionar una sola. Sustituyendo unos pocos relatos por otros más cuidados, habría quedado una antología excepcional.
J.H. Rosny Ainé (1911)
Aristas Martínez, 2023. 106 págs.
Curiosa pero aburridilla novela corta de principios del siglo XX, que conjuga el mito del vampirismo con algunos toques de ciencia ficción primeriza. El resultado, como solía ocurrir con la literatura de género hasta mediados del siglo XX, es tan ingenuo que casi enternece, y reduce su interés a meramente histórico. Había más chicha en Carmilla cuarenta años antes, aunque fuera de forma disimulada.
R.L. Stine (1990)
Ediciones B, 1997. 155 págs.
Pues no había leído nada de Stine, que en su momento fue un famoso autor de «novelas de terror para adolescentes» y tuvo mucho (pero mucho) éxito con su saga «Pesadillas» (Goosebumps en inglés). Esta novela es de otra serie anterior, «La calle del terror», pero igualmente las escribía como churros (llegó a ir a libro cada dos semanas, imaginaos la calidad).
Y lo curioso es que no está tan mal como me temía, aunque es verdad que el argumento no tiene el menor sentido. Por ejemplo, la protagonista es sonámbula y casi se ahoga en un lago; ¿creéis que su madre se plantea siquiera cerrar la puerta de casa con llave por la noche para que la chica no se escape dormida? Pues no. Cosas así, unas cuantas, y un final de esos de telefilme que no se cree nadie. Pero se deja leer y está entretenida, qué más podían pedir los chavales medio analfabetos de los años 90…
Kyusaku Yumeno (1936)
Satori, 2021. 231 págs.
Muy poco he leido de literatura japonesa, me parece que este es mi segundo libro después de Naomi, de Junichirō Tanizaki, e igualmente se trata de una obra de entreguerras, en este caso algo posterior aunque guarda ciertas similitudes con aquella, seguramente por la época y la cultura.
Contiene tres relatos largos con personajes femeninos como protagonistas. Es interesante la ventana a su época que nos ofrece, pero se nota mucho la diferencia cultural e histórica. No sé si estoy solo en esto, pero con las obras japonesas me ocurre a menudo que me resultan muy melodramáticas e inluso un poco infantiles, si se me permite.
Donald Westlake (1970)
Júcar, 1988. 183 págs.
Se trata de una novela interesante y entretenida, que no es poco, pero no sé muy bien qué tiene de género negro. Es más bien de delicuentes chapuzas y bienintencionados, en un mundo de personajes muy ingenuos, lo que viene a ser lo opuesto del noir. Existe una película del '72 con Robert Redford que no he tenido el placer de ver, pero tampoco me va la vida en ello.