martes, 30 de septiembre de 2014

Obras primerizas de Philip K. Dick

El volumen Cuentos Completos I recoge veinticinco relatos de la primera época de Philip K. Dick, escritos entre 1952 y 1955, aproximadamente. Advierto de antemano que, salvo alguna agradable excepción, no son nada del otro jueves. Se pliegan a los estándares de la época (normal, Dick tenía alrededor de veinticinco años en esos momentos y estaba muy influido por las revistas que devoraba en los ratos muertos que le dejaba su empleo en la tienda de discos). Las características que le harían posteriormente famoso (realidad en duda, teísmo o estados alterados de la consciencia) sólo empiezan a intuirse, sin llegar a condensar, salvo por un férreo antimilitarismo que sorprende sin consideramos que se escribieron en plena Guerra Fría.

El mayor interés de esta recopilación radica, precisamente, en lo que sabemos del PKD posterior. Anima constatar que ni siquiera él alcanzó enseguida un estilo propio o logró plasmar de inmediato su genialidad. Por el contrario, sólo hallamos aquí indicios de lo que llegará a ser, larvas latentes que ni siquiera el mejor crítico hubiese sabido apreciar si, por ejemplo, Dick hubiese dejado de escribir en ese punto (algo perfectamente posible). De hecho me sorprende que consiguiera subsistir, aunque fuera malamente, publicando relatos de esta índole. Hace que uno comprenda cuánto ha cambiado el mercado editorial desde entonces, incluso en un mercado que no dejaba de ser, como ahora, un nicho bastante limitado. ¿Hubiera tenido Dick hoy día la oportunidad de seguir escribiendo y perseverar hasta que eclosionara su propio estilo y temática? Lo dudo.

Para mí es un misterio que PKD se empeñara durante toda su vida en tratar de medrar en la ciencia ficción, cuando sus mejores obras apenas pueden considerarse como tales. Voy a decir una cosa que no os va a gustar. Tapaos los ojos. ¿Ya? Bien: Philip K. Dick no era un buen escritor de ciencia ficción. Lo digo en serio, tiene obras magistrales, pero la ci-fi en sí se le daba fatal. Sólo cuando se olvida de inventos, artilugios y sociedades tecnológicas, y se centra en la vida cotidiana de las personas, asoma su maestría. Pensadlo: Ubik, Sueñan los androides con ovejas eléctricas, El hombre en el castillo, etc., hablan de inquietudes y angustias humanas, y el tema futurista no deja de ser una excusa mal llevada que estorba más que otra cosa. Dick sentía demasiada empatía hacia el ser humano como para detenerse lo necesario para mostrar tecnologías creíbles. Quizá si hubiese nacido en otro país y en otra época, ahora lo estudiaríamos dentro de un género totalmente distinto.

Lo mismo ocurre con estos relatos: los mejores son los que hablan de personas (o animales), no de máquinas. Cuentos como Roog, La vida efímera y feliz del zapato marrón (bastante conocido, por cierto), el maravilloso El constructor, el siniestro En el jardín o incluso El rey de los elfos, que es declaradamente fantástico, funcionan mucho mejor que otros más al uso, y no tienen nada de cientificos. En cambio, cuando describe sociedades policiales donde al final resulta que cualquiera hace lo que le da la gana, la cosa se resiente mucho. Por cierto, debo reconocer públicamente las dotes de anticipación de Dick, que en Flautistas en el bosque ya nos advirtió contra los peligros del respiracionismo .

Para el final he dejado el que sin duda es el más dickiano y potente de todos los relatos incluidos en esta antología, La paga, cuento en el que se basa (muy libremente) la película homónima de 2003, Paycheck. Aquí ya se empieza a reconocer el PKD al que estamos acostumbrados: predestinación, negación del libre albedrío y manipulación de los recuerdos. El protagonista acaba de cumplir con un contrato laboral muy bien pagado, por el que accedió a que le borraran la mente a la finalización, por motivos de seguridad. Y al ir a cobrar, descubre que él mismo renunció a la paga a cambio de una serie de objetos en apariencia carentes de valor... Recuerda en cierto modo a Desafío total, aunque aquella película estaba inspirada en otro relato de Dick, We Can Remember It for You Wholesale, del año 1966 y que aparece en el siguiente tomo de estos cuentos completos. Eso de ir usando en el momento adecuado objetos que tienes en el inventario también se parece mucho a una aventura gráfica, alguien debería adaptar este relato a un videojuego.

Cuentos Completos I, Philip K. Dick.
Minotauro, 2005. 488 págs, 22€.

Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos

Ya que dedico esta entrada a Philip K. Dick, no puedo resistirme a recomendaros la biografía que preparó sobre él Emmanuel Carrère y que lleva el evocador y acertado título de Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos (frase tomada de Ubik). También ha sido publicada en castellano por Minotauro, aunque en este caso en su colección de ensayo, y puede ser un poco más complicada de conseguir.

En mi opinión, todo aquel que sienta un interés más que pasajero por la obra de PKD encontrará muy útil esta biografía, por un motivo muy simple: si la vida de un autor siempre influye en su obra, en el caso de Dick esa influencia era directa e inmediata. Es muy interesante comprobar cómo sus vaivenes vitales se reflejan en la estructura de novelas como El hombre en el castillo, Los tres estigmas de Palmer Eldritch o La transmigración de Timothy Archer. Lamentablemente no incluye mucha información sobre la génesis de los relatos cortos, pero aun así comprobaréis que la vida de Dick fue, al menos, tan interesante como sus mejores obras. Por otro lado, he llegado a sentir cierta vergüenza ajena al leer sobre su etapa final, tan mujeriego y manipulador como siempre y con el añadido de los crecientes delirios religiosos. Pero como se suele decir, nadie es perfecto. ¿Y quién quere ser nadie?

Umm, PKD sacaría una novela entera de esa frase...

Yo estoy Vivo y Vosotros estáis Muertos: Philip K. Dick 1928-1982, Emmanuel Carrère.
Je suis vivant et vous êtes morts (1993)
Minotauro, 2005. 320 págs, 17€.
La noche a través del espejo. Fredric Brown. Night of the Jabberwock (1950). Reino de Cordelia, 2014. 304 págs, 19€.