viernes, 22 de marzo de 2019

Candados medievales

Vamos a proseguir con nuestros articulillos de documentación sobre aspectos interesantes de la era medieval, entendiéndola en su sentido más amplio y genérico, pero por lo general restringiéndonos a Europa occidental. Originalmente iba a hablar también de cerraduras y cerrojos, pero he visto que con los candados hay ya material suficiente, así que el resto lo dejaremos para otra ocasión.

En realidad un candado no es más que una cerradura portátil, y aunque no lo parezca, datan al menos de la época romana. En el medievo se usaban para cerrar temporalmente los accesos a edificios y zonas comunitarias (por la noche o en invierno), o bien por parte de mercaderes para proteger sus bienes en tránsito, para bloquear arcones con documentos importantes, etc. No eran objetos cotidianos para la mayor parte de la población, en su mayoría agraria.

Dado que no existía una industria de fabricación de candados, ni ningún estándar aplicable, cubrir todos los posibles candados es imposible, pues cada uno será particular y obedecerá a la costumbre de la zona y la habilidad de su creador. Así, vamos a dividirlos en tipos generales.

Los candados más simples se usaban para cerrar apriscos o silos y tenían dos partes: la caja hueca y el grillete, con un resorte que al entrar en la caja se deformaba hasta saltar de nuevo, fijándolo en su posición (fig. a). No tenían llave propiamente dicha, y cualquier varilla o incluso ramita introducida por el otro lado permitía apretar el resorte y sacar el grillete. Eran poco seguros y no detenían a alguien decidido.

Por tanto, desde antiguo se usaban candados de tambor con resorte, muy comunes y con infinidad de variaciones (fig. b). Consisten en un tambor, un grillete curvado o en codo, y unos resortes que pueden estar incorporados al propio tambor o ser independientes (y en ese caso se introducen por el extremo opuesto al de la «llave»). He puesto llave entre comillas porque en realidad no recuerdan a una: son varillas que en su extremo tienen un disco con una o más perforaciones que, al entrar, comprimen los resortes y permiten liberar el vástago del arco (en el norte de Europa a veces tenían forma helicoidal, como un tornillo que entra en el tambor). Por su sencillez, se usaron durante siglos (hasta época relativamente reciente). Los típicos grilletes para muñecas o tobillos usaban también este tipo de candado, con una forma común para requerir sólo una llave.

Más sofisticados eran los candados planos, que recuerdan a los que suelen aparecer en las películas ambientadas en esta época, sobre todo en mazmorras y prisiones (figs. c, d). El cuerpo era redondo (lo más habitual), triangular (fig. e) o cuadrado. La llave se introduce perpendicularmente y al girar sobre su eje comprime los resortes, como en los casos anteriores, o bien desplaza directamente el pasador para liberar el grillete. Estas llaves, sin ser muy complejas, ya nos resultan reconocibles como tales, y pueden tener una forma específica para evitar las guardas de los resortes y complicar la vida a quien pretenda forzarlos. Estos candados son complejos de crear y muy sensibles al óxido por la presencia de partes móviles en el interior del tambor.

El punto débil de todo candado es la unión del grillete al cuerpo, por lo que la bisagra solía estar reforzada y protegida con placas laterales para que no se pueda golpear directamente en ese punto. Otros más grandes, usados en portones o fortalezas, no tenían bisagra sino que arco y tambor eran independientes una vez anulados los resortes que los bloqueaban.

En principio estos son los tipos habituales de candados. Aunque en la época ya existían primitivas cerraduras de levas, no he podido confirmar que se usaran en candados debido a su volumen y complejidad. Sí que hay referencias históricas a candados de combinación, con varios discos con letras que habían de ser alineadas correctamente para que el pasador dentado pudiese ser extraído, pero no parece que pasasen de ser costosas curiosidades para reyes y nobles. No obstante, ahí las menciono por si el rigor histórico no es primordial en vuestra historia.

Las imágenes de este texto han sido sacadas de los siguientes sitios:

martes, 5 de marzo de 2019

Con Lovecraft en la Complutense II: La Venganza

Tal como ocurrió el año pasado y gracias de nuevo a las buenas artes de Pablo González, profesor de la facultad de Derecho de la UCM, vamos a poder disfrutar de una breve jornada dedicada al cine lovecraftiano en el aniversario del fallecimiento del maestro de Providence.

Por tanto, el viernes 15 de marzo a partir de las 17:30, estáis invitados a la facultad de Ciencias de la Información de la Complutense para disfrutar de dos películas con enfoques muy diferentes sobre dos de sus relatos: Dreams in the Witch-House y Die Farbe (The Colour out of Space).

Para esta edición hemos querido aligerar toda la parafernalia y no está previsto un coloquio como tal después de las proyecciones, aunque nos reservamos la posibilidad de entablar una pequeña charla si finalmente contamos con expertos en el tema. Por supuesto, estáis todos invitados.

Aquí tenéis los detalles:

Programa

  • 17:30 Presentación
  • 17:35 Primera sesión – Dreams in the Witch­House
    Año: 2005. Duración: 55 min. Dirección: Stuart Gordon. Guión: Mick Garris sobre el relato de H.P. Lovecraft. Reparto principal: Ezra Godden, Campbell Lane, Jay Brazeau. Música: Richard Band.
  • 18:40 Segunda sesión – Die Farbe
    Año: 2010. Duración: 86 min. Dirección: Huan Vu. Guión: Huan Vu. Reparto principal: Paul Dorsch, Jürgen Heimüller, Ingo Heise.
  • 20:15 Coloquio y clausura.

Las proyecciones tendrán lugar en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid (Metro - línea 6, parada Ciudad Universitaria. Autobuses - 82, 132, G, U) , en la sala azul (sótano segundo) con capacidad para 140 personas.

Os esperamos.