miércoles, 1 de diciembre de 2021

Lecturas 2021 (III)

Y ya la tercera tanda de lecturas de este año. Con la primera y la segunda fui más rápido de lo previsto (que sigue siendo lento en comparación a cómo lee otra gente) y aquí me he atascado más, por culpa de un par de libros que se me han atragantado (no por malos sino por su complejidad) y, como suele suceder, por circunstancias de la vida. Como siempre, no he seguido más criterio que lo que me apetecía en cada momento.

Los puentes de Madison County [🎥]
Robert James Waller (1992)
RBA, 1997. 158 págs.

No recuerdo demasiado de la película de Clint Eastwood y Meryl Streep basada en esta novela corta, que por lo visto fue un éxito en su momento. El caso es que se supone que es una historia romántica, pero a mí me ha parecido el típico «chica aburrida conoce malote y se le derriten las bragas». Aun así se lee bien y no se hace pesada, y el tono de «metatrama» le proporciona una veracidad de la que carece la historia central.

Delirium's Mistress [🇬🇧]
Tanith Lee (1986)
DAW, 2017. 431 págs.

Cuarta entrega de los Cuentos de la Tierra Plana, donde conocemos a la hija de Azhrarn y su ascenso como Señora del Delirio en un panteón por lo demás masculino (incluso se habla del Señor del Destino, que no me suena de antes). Como siempre, lo mejor son las historias paralelas, donde Lee da rienda suelta a su creatividad. Me falta otro volumen para terminar por fin la serie.

H.P. Lovecraft: Contra el mundo, contra la vida [🎓]
Michel Houellebecq (1991)
Siruela, 2006. 126 págs.

He releído este breve ensayo de Houellebecq para una charla lovecraftiana en la que participé (enlace) y sigue pareciéndome tan fascinante como la primera vez. Leer a un gran escritor hablar de otro al que admira es una maravilla, y la prosa está a la altura de la fama del autor.

Como ensayo en sí se dispersa bastante y toca temas desperdigados, pero sigue ofreciendo un estupendo retrato de Lovecraft y de los aspectos fundamentales de su literatura, sin blanquear innecesariamente su figura. Hace unos meses Anagrama lo reeditó, esta vez con prólogo de Stephen King, y lo recomiendo encarecidamente.

El corazón de las tinieblas
Joseph Conrad (1899)
Alianza, 1998. 167 págs.

Un clásico que me faltaba por leer. Y no sé si ha acabado de convencerme. Es confuso e irregular, tiene escenas magníficas y otras incomprensibles… Quizá por eso ha provocado tanto debate a lo largo de más de un siglo. Tal vez lo valore más adecuadamente con el paso del tiempo, viendo qué poso deja en mí, por ahora lo dejo en barbecho.

Las poseídas de Stepford [🎥]
Ira Levin (1972)
Ultramar, 1974. 155 págs.

El autor de La semilla del diablo intenta aquí parodiar la lucha de sexos, con un resultado decepcionante que puede deberse tanto a la época como a la traducción. Todos los personajes, tanto hombres como mujeres, parecen caricaturas y cuesta empatizar con unas y odiar a los otros. Pretende ser de terror, creo, pero casi parece comedia y su final abierto es mucho menos potente de lo que podría (es de esas novelas cortas que habrían ganado siendo más extensas).

domingo, 14 de noviembre de 2021

Lampreas

El otro día tuve la desgracia de escuchar en el transporte público a dos mujeres charlando tan campantes sobre cómo una de ellas iba a putear a su exmarido durante el proceso de divorcio, para dejarle pelado. Bastante desagradable, la verdad. Pero mira, nunca se sabe de dónde puede provenir la inspiración, y al rato me vino a la cabeza esta cuarteta 😅

Esposas como lampreas
que te chupan el dinero,
escuchas y te planteas
si es mejor seguir soltero.

jueves, 11 de noviembre de 2021

Intro noir

El otro día estaba pensando en nada en particular, como suele ocurrir, y de pronto me vino a la mente un párrafo completo de estilo «novela negra». Venía con todo incluido: sus asesinatos, sus antros de alcohol y perdición, y hasta su femme fatale.

Sonaba como una buena introducción para una historia más ambiciosa y no quería perderlo, así que lo apunté antes de que se me fuera de la cabeza. Pero la verdad es que no se me ocurre cómo seguir a partir de ahí, ni me veo ahora metiéndome en la novela negra. Así que aquí está, puesto en barbecho por si algún día regresa hasta mí la inspiración noir y decido retomarlo.

Imagine que uno pudiera ir a la armería, comprar una pistola y luego usarla para liquidar a alguien que no le gustara y, cuando fueran a detenerle, dijera con total candor: «no fui yo, lo mató la pistola». Y que entonces la policía, en efecto, se llevara detenida al arma y a uno lo dejara en paz. ¿Absurdo? Pues así era ella. Conseguía sus armas en los garitos que nunca cerraban. Tipos duros por fuera y rotos por dentro. Los manipulaba hasta hacerlos suyos, los convertía en sus armas y entonces les enviaba a matar a quien le estorbara en ese momento. Que yo sepa, lo hizo al menos en cuatro ocasiones. Nunca la condenaron.

lunes, 4 de octubre de 2021

Los planes sólo salen bien una vez

Los planes son un recurso argumental muy interesante. Todo está perdido pero de repente a alguien se le ocurre una idea para darle la vuelta a la tortilla, o para desenmascarar al malo. O la banda de malhechores se reúne para repasar el plan de atraco. Pero observaréis algo muy curioso: si se detalla el plan antes de que se lleve a cabo, tened por seguro que a la hora de ejecutarlo fracasará. Por el contrario, si hay un corte en la narración justo cuando va a revelarse el plan, saldrá bien. Es algo tan asentado que hasta en TV Tropes tienen la entrada Unspoken Plan Guarantee: "la posibilidad de que un plan salga bien es inversamente proporcional a cuánto sepa del plan de antemano la audiencia".

Narrativamente es evidente el motivo. A nadie le apetece presenciar dos veces la misma escena, por lo que una de las dos (exposición del plan o ejecución del mismo) debe ser diferente. Salvo que el autor sea un desastre, claro.

Me diréis que, por ejemplo, en Atrapado en el tiempo (Groundhog Day, 1993) esto no es así. Phil Connors vive una y otra vez las mismas escenas. Cierto, pero fijaos en que algo cambia de una a otra: él. Al principio vive el día con normalidad, luego con extrañeza, hasta que finalmente va comprendiendo lo que ocurre. A partir de ese momento, cuando el personaje ya ha alcanzado una estabilidad emocional (no me refiero a que él sea estable, que evidentemente no lo es, sino que ya no cambia de un día a otro) se nos pasa a escenas sueltas que no se repiten.

Pero volviendo a los planes (o, en general, a cualquier exposición anticipada de lo que va a ocurrir a continuación), es verdad que la norma de que un plan revelado no puede salir bien (o no del todo bien) se ha vuelto prácticamente un tópico. Con todo, existen modos de respetar esta convención y a la vez sorprender al lector.

Por ejemplo, desde las tragedias griegas sabemos que resulta para el público extrañamente satisfactorio contemplar la baldía lucha contra el destino: es conocido lo que va a ocurrir, el protagonista intenta por todos sus medios desbaratarlo, pero al final sucede lo que estaba previsto (puntos extra si han sido precisamente las acciones del personaje las que han sellado su destino). Evidentemente en este tipo de historias lo emocionante no es qué va a pasar (que a grandes rasgos ya se sabe), sino cómo.

Si no queremos ser tan clásicos pero sí jugar con las expectativas del lector, otra opción es no revelar el verdadero plan. Puede que por algún motivo el plan expuesto no sea el real, bien porque haya una parte secreta o porque simplemente se trate de un señuelo, por si alguno de los presentes es un topo. Algo así se usaba en la famosa película El golpe (The Sting, 1973), en la que hasta el último momento se nos mantiene al margen de los giros adicionales de la estafa que le preparan al gángster, aunque previamente se ha explicado la idea general. Bien hecho, resulta doblemente satisfactorio: vemos el desarrollo del plan y a la vez se nos sorprende en su conclusión.

Y, por supuesto, nada nos obliga a revelar el plan de antemano. Así, cuando los sucesos se pongan en marcha, no sabremos si todo discurre según lo previsto o está yéndose al garete, lo que permite buenos giros argumentales. No es lo más original del mundo, pero funciona y eso es lo importante. Si nos preocupa no caer en el tópico, bastaría con disimular ese «fundido a negro» del que hablábamos al principio con un desarrollo más natural de los acontecimientos, y por supuesto es más fácil si tenermos una narración en tercera persona, de modo que ya esté asumido que el lector no sepa lo mismo que los personajes.

En cualquier caso, y como resumen de este artículo, por favor considerad siempre que, narrativamente, exposición y ejecución son escenas vinculadas entre sí, por separadas que estén en el texto, y deben complementarse mutuamente, nunca imitarse.

martes, 31 de agosto de 2021

Calabazas en el Trastero: Espejos y Salem

En estos últimos meses he sido seleccionado para dos nuevas antologías de Calabazas en el Trastero, lo cual evidentemente es bueno. El problema es que la editorial lleva mucho retraso con las publicaciones, y estos tomos no aparecerán hasta el año que viene, o incluso puede que ni eso y se vayan a 2023 (y recemos para que no pase nada entretanto). Ay, qué lejos queda aquella época en la que sólo transcurrían unos cuantos meses desde que presentabas el relato hasta que se publicaba.

El caso es que, con la cabeza que tengo, para cuando llegue ese momento no voy a recordar ya nada interesante sobre los relatos, así que lo pongo aquí y ya enlazaré cuando salgan los libros.

Los engranajes del espejo

Este relato escrito en 2020 fue seleccionado para (¡sorpresa!) Calabazas en el Trastero: Espejos, la convocatoria número 36 de la serie.

Es evidente que los espejos tienen asociado un poderoso y fértil simbolismo (imagen, falsedad, revelación, sombras, portal a otro mundo…); era un tema muy sugerente y decidí recuperar un amago de idea que apunté hace años. En esencia gira en torno al funcionamiento básico de un espejo: aquí, en lugar de reflejar la luz, lo que hacen es mostrar un universo paralelo invertido prácticamente igual al nuestro. Son artefactos muy caros y existe el riesgo de que se «desintonicen», con indeseables consecuencias.

Como punto de partida suena bien (o eso creo yo), pero parir el relato me costó mucho más de lo que esperaba. Dudaba entre dos finales y decidí avanzar sin decantarme por una ruta definitiva, a ver si el propio proceso me llevaba a uno o a otro, y eso resultó ser un problema. Cada vez que me parecía mejor uno de los dos tenía que reescribir lo anterior, luego cambiaba de opinión y vuelta a corregir… No guardo un buen sabor de boca de la experiencia, aunque supongo que podemos aplicar aquello de que bien está lo que bien acaba.

Una noche en las calles de Salem

El segundo relato fue escrito a principios de este 2021 y seleccionado para (¡otra sorpresa!) Calabazas en el Trastero: Salem, la convocatoria número 38.

A diferencia del anterior, este surgió con mucha naturalidad, lo escribí en un par de días y no me dio problemas (aparte de tener la fecha límite a la vuelta de la esquina). La idea de partida es muy simple: presentar un tranquilo paseo por Salem comentando lo exagerada y poco histórica que se ha vuelto la moda local sobre las brujas (por si no lo sabéis, es actualmente el principal reclamo turístico de la ciudad). Casi todas las indicaciones y edificios que menciono en el relato son auténticos (aquí al lado tenéis un mapa del centro y las calles más «típicas» que me sirvió de referencia básica).

A eso le añadí un componente sobrenatural que diera sentido al conjunto y ofreciera al lector la perspectiva que buscaba. Creo que no quedó mal. Con todo, es una historia muy tranquila y reflexiva que difícilmente habrían acogido en otra publicación, así que agradezco a la gente de Saco de Huesos que la haya seleccionado.

viernes, 20 de agosto de 2021

La ciudad de casas engalanadas (parábola)

Érase una vez una ciudad pequeña, en un reino lejano. Era un lugar sencillo de gentes laboriosas: artesanos, comerciantes, algunos banqueros que financiaban a estos en sus empresas, unos cuantos eruditos respetados… Personas en su mayoría serias y cabales. No era por tanto una ciudad especialmente bonita (ni tampoco fea), sus festividades no eran espectaculares ni sus tabernas famosas por su jolgorio, pero sí era una localidad tranquila, donde podía vivir feliz quien estuviera dispuesto a trabajar duro, respetar la ley y sacar adelante a su familia con honradez.

Esto fue así durante largo tiempo, pero un día llegó a la ciudad la noticia (no se supo nunca cómo ni a través de quién) de que el rey tenía intención de visitarla. Esto, como era de esperar, revolucionó la serenidad provinciana en la que se había asentado el lugar. ¡Nadie recordaba la última vez que un rey había hecho gala de su presencia! Puede que hubiese sido el abuelo del actual monarca, o quizá su bisabuelo… En cualquier caso, era un acontecimiento singular que ocupó de inmediato las conversaciones de todos sus habitantes.

En consonancia con la idiosincrasia de aquellas gentes, la emoción pronto dejó paso a aspectos más prácticos. Como es habitual en todo reino, la ley y la costumbre decían que el soberano debía alojarse en la casa más hermosa de cada villa que visitara, lo que obviamente suponía un honor incalculable para sus dueños. Pero había un problema: ninguna de las casas de aquella ciudad era especialmente hermosa. Se habían construido siempre pensando en el pragmatismo y la comodidad: planta rectangular, fachadas lisas, ventanas del tamaño justo para no dejar que el calor entrara en verano ni escapara en invierno, y techos con la inclinación precisa para no anegarse en la temporada de lluvias. Ninguna parecía apropiada para un rey, puede que ni siquiera para un conde.

Decidieron por tanto que aquello no podía tolerarse o su orgullo colectivo quedaría en entredicho e, industriosos como eran, comenzaron a embellecer sus hogares. Primero se dispusieron a engalanar puertas y ventanas con hermosas telas traídas de ultramar, luego pintaron las paredes y las vigas exteriores de vistosos colores pocas veces contemplados en aquellas tierras y, considerando que eso no parecía suficiente para un rey, añadieron después decoraciones e inventados escudos de armas a las fachadas, coronaron de falsas espiras y pináculos las esquinas, colocaron elaboradas celosías en las ventanas, de modo que al cabo de un tiempo no quedó ni una edificación en la ciudad que recordara su previa sobriedad.

Y lo más curioso es que no se detuvieron ahí. Sucedía que, en cuanto un hogar podía considerarse en justicia el más hermoso de todos, su vecino cambiaba algo para hacer el suyo aún más bonito, y otro tanto hacía el de más allá, y así había que plantearse nuevas mejoras al dictado de la moda, aunque eso supusiera invertir toda su menguante fortuna. Aunque algún propietario hubiese echado de menos las antiguas costumbres y se hartase ya de esa fiebre ornamental, ¿cómo detenerse ahora? Hacerlo supondría renunciar al honor de alojar al rey cuando por fin se presentara, y nadie estaba dispuesto a asumir algo así porque, entonces, todo aquel esfuerzo habría sido en vano. El hecho de que la totalidad las casas menos una fuesen a ser finalmente rechazadas no parecía preocuparles, puesto que todos estaban seguros de ser ellos los elegidos.

Como era de esperar, aquella veloz transformación pronto se dio a conocer allende sus murallas y la nueva de que la ciudad era cada vez más hermosa se propaló por todo el reino. Eso atrajo a visitantes que antiguamente rara vez pasaban por allí: viajeros y mercaderes que se desviaban de su ruta habitual atraídos por las historias, artistas que acudían ansiosos de admirar sus coloridas estampas y, por supuesto, mendigos y maleantes que, como siempre, trataban de aprovecharse de una situación novedosa.

Sin embargo, los dueños de las casas engalanadas, que antaño siempre había hecho gala de una gran hospitalidad con los forasteros, ahora los rechazaban a todos de malas maneras, pareciesen honestos o no. Habían embellecido sus moradas para recibir a un rey, no a unas medianías como ellos. Aún más: si alguno estuvo dispuesto a alquilar sus alcobas vacías (ni que fuera para recuperar parte de su inversión), el temor a que llegara el rey justo cuando la casa se hallaba ocupada por otro huésped y acabara alojándose en la siguiente más hermosa le llenaba de un temor cerval.

Os preguntaréis qué fue del rey, origen de aquel fervor. Pues bien, hay quien dice que nunca llegó allí. Que partió de su castillo pero en una de las escalas contrajo una enfermedad (quizá venérea, ya se sabe cómo es la nobleza) y murió en el camino, y que su sucesor se vio envuelto en conjuras palatinas y decidió que era más seguro no alejarse del trono. Pero otros afirman que no fue así, que un día el monarca llegó a las puertas de la ciudad, de incógnito y sin séquito, ansioso de conocer al fin aquel lugar hermoso del que tanto le habían hablado. Pero al pasear por sus calles sin hallar quien le ofreciera cobijo, comprendió que el alma de aquellas gentes se había vuelto tan fría como hermosos sus hogares, esos que preferían tener vacíos antes que compartirlos con quien pudiera necesitarlos, y decidió proseguir viaje para nunca regresar.

Fuese cierta esta o alguna otra versión, nada de eso pareció preocupar a los habitantes de la ciudad. A día de hoy siguen allí, esforzándose por engalanar cada vez más sus casas y superar a las de sus vecinos, con la vana esperanza de que algún día se presente alguien a quien consideren digno de entrar en ellas. Es un lugar bonito, sí, pero no os recomiendo que lo visitéis. No habéis de hallar allí una felicidad que sus habitantes han olvidado.

lunes, 16 de agosto de 2021

Sorteo de 3 ejemplares de 'La Fuente de las Tinieblas' en Sectarios de Providence

Pues resulta que la gente de Sectarios de Providence (que es una comunidad rolera enfocada en las campañas y aventuras de la línea Providence de Shadowlands Ediciones) ha decidido promocionarse sorteando tres ejemplares de 'La Fuente de las Tinieblas', mi antología de relatos de los Mitos de Cthulhu. Y lo han hecho así motu proprio, no he tenido que chantajearles ni nada 😮.

Evidentemente esta iniciativa ayuda también a promocionar La Fuente de las Tinieblas, así que les estoy muy agradecido. En este tweet tenéis las sencillas condiciones para participar en el sorteo, que tendrá lugar el próximo 15 de septiembre.

Y si no resultáis agraciados y os quedáis con ganas, siempre podéis adquirir un ejemplar de la antología en Amazon, por ejemplo, o pedirlo en vuestra librería habitual 😉.

miércoles, 11 de agosto de 2021

Lecturas 2021 (II)

Segunda tanda de lecturas de este año. Con la primera decidí dividirlas de cinco en cinco libros y resulta que he leído los siguientes más pronto de lo que esperaba. ¿Han sido lecturas más ligeras, tal vez? O igual simplemente me han pillado con más ganas, vete a saber.

Estaba pensando, por cierto, que cuando lleve cien lecturas consignadas (van setenta y nueve al publicar esto) podría hacer un análisis estadístico para ver cuáles son los tipos de libros que más me atraen: géneros, épocas, extensión… Igual salen resultados que no me espero. Sobre todo, me da la impresión de que leo cosas bastante más antiguas de lo que suele hacer el lector medio, que rario es que se ponga con algo anterior a este siglo o, como mucho, finales del anterior.

Cartas de invierno [🐙]
Agustín Fernández Paz (1995)
SM, 2020. 91 págs.

Novela corta relativamente conocida, aunque yo no hubiera oído hablar de ella, que fue publicada originalmente en gallego. Es el típico relato de casa misteriosa (no en el sentido de fantasmas, tiene más bien toques lovecraftianos) pero, aunque no hay nada desastroso (salvo los problemas propios de la narración epistolar), tampoco hay nada que destaque. Lo peor son los personajes, me resultan muy poco creíbles, con esas vidas de ensueño y tan carentes de pasiones terrenales. Pero se lee fluida y rápida.

Metrópolis
Philip Kerr (2019)
RBA, 2019. 324 págs.

La última novela del fallecido Kerr sobre su personaje más famoso, el policía alemán Bernie Gunther, resulta ser cronológicamente la primera, ambientada en Berlín en 1928. A pesar del interés evidente del libro, lo cierto es que resulta muy irregular. Hay mucho infodumping, muchos diálogos irreales, la trama es muy pobre... Se salva, como siempre, por la documentación histórica de la ciudad de Berlín en un momento tan intersante de su historia, pero poco más.

Una de esas chicas
Sara Zarr (2007)
Alfaguara, 2017. 282 págs.

A veces hay que salirse de tu zona de confort y descubrir qué lee otro tipo de gente. Esta novela narra un periodo en la vida de una chica de 16 años en un pueblecito de la costa oeste de los EEUU, con sus errores del pasado, su familia de clase media tirando a baja y, cómo no, sus dramitas adolescentes.

A ver, literariamente no me parece gran cosa ni existe verdadero conflicto, pero me recuerda a los típicos mensajes larguísimos de los foros de relaciones sentimentales, y en ese sentido me ha hecho gracia. Además, la letra es bastante gorda y se lee todo bastante rápido.

El blanco móvil [🎥]
Ross MacDonald (1949)
RBA, 2014. 268 págs.

MacDonald es uno de mis autores preferidos de novela negra, aunque en realidad no he leído mucho de él. Esta fue la primera novela de su personaje más famoso, Lew Archer, y casualmente la que se llevó al cine con Paul Newman de protagonista en Harper, investigador privado (sí, por manías de Newman le cambiaron el apellido al personaje). Lo cierto es que apenas me acuerdo de la película.

La novela comienza a un ritmo pausado pero va cogiendo fuerza, y encaja dentro de la corriente clásica del género. Lo más destacado es constatar la maldad de absolutamente todos los personajes que rodean al protagonista. No es un libro para personas optimistas.

Sin novedad en el frente [🎥]
Erich Maria Remarque (1929)
Edhasa, 2003. 255 págs.

Título que tenía pendiente desde hace mucho. Sin novedad en el frente viene a ser el equivalente alemán de Adiós a las armas respecto a su perspectiva de lo que supuso la Primera Guerra Mundial.

Es un libro duro, muy crudo para su época (aunque no exento de cierta ingenuidad) y que refleja maravillosamente los efectos de la guerra en toda una generación de jóvenes (la famosa «generación perdida»). Un clásico muy recomendable para quien esté interesado en ese periodo de la historia o en general en lo que supone combatir en primera línea.

viernes, 2 de julio de 2021

¿Por qué usar rayas si existen los paréntesis?

Hoy voy a hablar de otra de mis manías como lector, que por desgracia son muchas. Véase, por ejemplo, mi poca tolerancia a la cursiva enfática. Qué le vamos a hacer, yo soy así.

En este caso mi queja va sobre el signo de la raya, lo que solemos llamar «guion largo». Como sabéis (y si no, esa página de la RAE lo explica bien), los principales usos de la raya son, primero, para marcar la intervención de cada personaje en los diálogos, junto a las explicaciones pertinentes (mirad de paso este otro artículo sobre los verbos en los diálogos, donde analizo en mayor profundidad ese aspecto) y, segundo, para envolver incisos en general, de forma muy similar a un paréntesis. La propia RAE indica que «los incisos entre rayas suponen un aislamiento (…) menor que los que se escriben entre paréntesis», aunque yo ahí tengo mis dudas y los veo muy similares. Digamos que cumplen una función parecida.

Así dicho, no tengo ningún problema con la raya. Visualmente no es gran cosa (es más simpático el punto y coma), pero sirve. El asunto viene cuando se usa con esos dos sentidos (diálogo e incisos) a la vez (observad la cursiva enfática, plenamente justificada por mi justa ira).

Estaba leyendo Una de esas chicas, se Sara Zarr, y me he encontrado un claro ejemplo de esto que digo, aunque por supuesto se puede encontrar en muchos otros libros. Os copio un pequeño párrafo:

—Sí —respondí, sin especificar a cuál de sus preguntas estaba respondiendo. Y yo no lo llamaría salir. Tommy iba a buscarme al colegio de vez en cuando en su Buick —un Riviera del 77 al que trataba mejor que a cualquiera de sus amigos— y me llevaba a Half Moon Bay.

Veis el problema, ¿verdad? Al principio del párrafo la raya tiene su función habitual en los diálogos, pero de repente se usa otra vez, no para ceder la voz al personaje o matizar lo que dice, sino para introducir un inciso dentro de lo que piensa la chica. Vale, no cuesta darse cuenta, pero durante un instante me ha liado, y eso no me gusta. Me saca de la lectura, me obliga a fijarme en la forma y no en el contenido. Si hubiese usado paréntesis (o incluso comas) no habría confusión alguna, pero a la traductora no le ha dado la gana.

Y lo peor es que esto surge sobre todo por influencia de la literatura anglosajona. Allí los diálogos no usan raya, sino comillas (sí, lo sé, al principio queda raro pero acabas acostumbrándote), por lo que dejan la raya para incisos y en consecuencia nadie se lía. Pero como aquí copiamos cosas sin criterio, hemos importado esa manía de usar siempre la raya para los incisos y no vemos cuándo estorba. O, incluso viéndolo, no nos decidimos a usar paréntesis porque el resto del texto viene utilizando rayas. Si es que, lo que mal empieza mal acaba…

domingo, 6 de junio de 2021

Lecturas 2021 (I)

Vamos con la primera tanda de lecturas de este año. Si llego a diez va a ser toda una sorpresa, porque no tengo tiempo de nada, así que he decidido ir apuntándolas de cinco en cinco.

He empezado por varias novelas de terror/misterio modernas que tenía pendientes y para las que por fin he hecho hueco, aliñadas con algún libro de teoría narrativa al que también tenía ganas y, por supuesto, los clásicos que siempre se cuelan porque oye, son clásicos.

Meddling Kids [🐙]
Edgar Cantero (2017)
Insólita, 2021. 408 págs.

Una novela escrita en inglés por un autor español (ya sabemos lo mal que está el mercado patrio) que mezcla referencias juveniles como Scooby Doo o Los Cinco, influencias de los Mitos de Cthulhu y aborda el tema del paso de muchachos a adultos, pero, por encima de todo eso, tiene mucho de película de acción que, por desgracia, acaba devorando la trama y los personajes. Supongo que es lo que vende hoy día, pero esperaba más, la verdad.

Wylding Hall (La Mansión)
Elizabeth Hand (2015)
Berenice, 2017. 185 págs.

Curiosa novela ganadora del premio Shirley Jackson de 2016. Tiene un estilo experimental (tampoco mucho, se entiende bien), de modo que relata lo sucedido mediante entrevistas a los protagonistas (que quedan vivos) décadas después. Al principio resulta original, pero luego te das cuenta de que podía haber narrado la trama en diez páginas y el resto es marear la perdiz. Y encima la historia es muy clásica (no mala, pero sí leída ya mil veces).

El arte de la ficción [🎓]
David Lodge (1992)
Austral, 2017. 316 págs.

Recopilación de una serie de artículos sobre teoría narrativa que Lodge publicó a principios de los años 90 en periódicos ingleses. No forma un curso en sí, porque salta de un tema a otro en capítulos muy breves, pero da pinceladas de prácticamente todos los aspectos que uno debería tener en cuenta al analizar un texto de ficción, y además es de lectura muy amena. Lo malo es que se centra casi exclusivamente en la literatura anglosajona y por supuesto deja de lado la literatura de género (salir un poco de su zona de confort no le habría hecho mal, pero qué se le va a hacer).

Cero
Kathe Koja (1991)
La Biblioteca de Carfax, 2018. 293 págs.

Es una de esas novelas influyentes en el género weird (por llamarlo de algún modo) de los años 90 que por lo que sea nunca se había publicado aquí, cosa que hay que agradecer a Carfax (igual que con Experimental Film). Y esta sí que es experimental, demasiado para mí. Como idea es original, pero como novela corta hubiese sido mucho más redonda. Para alcanzar las 300 páginas se alarga con cosas irrelevantes, añadiendo personajes prescindibles y retrasando la promesa de acción que, al final, se queda en amago. Una pena, pero decidamente no es para mí.

El arte de la guerra
Sun Tzu (S.V a.C.)
Alianza Editorial, 2014. 152 págs.

Como me ocurría con las Meditaciones de Marco Aurelio, es otro clásico eterno del pensamiento (bélico, pero pensamiento) que me faltaba leer. Aunque el texto en sí es muy breve, tenemos antes como 80 páginas de introducción (interesante para encuadrar la obra en su contexto, pero un poco estirada).

El texto en sí es algo repetitivo y, si os soy sincero, tampoco me ha parecido para tanta fama como tiene este libro. Hay unos cuantos consejos de puro sentido común y mucha clasificación rara que vaya usted a saber a qué viene. Con todo, su enfoque pragmático y la valoración que hace de la inteligencia sobre la violencia resultan muy avanzados para su época.

jueves, 11 de marzo de 2021

Gabinete de curiosidades

El año pasado fue complicado para todos (ay, 2020, no esperábamos esto de ti) y, además de otras cosas mucho más trascendentes, no publiqué ningún relato por primera vez desde que empecé en esto allá por 2012. Entre que estoy bastante apartado del mundillo literario y que diversos proyectos pendientes se han retrasado, me quedó un año en blanco de lo más deprimente.

Pero parece que 2021 no va a seguir por el mismo camino, gracias como tantas veces anteriores a la buena gente de Saco de Huesos, que sigue en la brecha y acaba de publicar la antología Calabazas en el trastero: Coleccionistas donde se incluye uno de mis relatos, titulado en esta ocasión Gabinete de curiosidades.

Gabinete de curiosidades, aunque fue escrito en febrero de 2019 para esta convocatoria, tiene en realidad su origen en una idea que se me ocurrió años antes para otra de las antologías foscas de Saco de Huesos, la de Criptozoología. Encajaba muy bien con la temática propuesta y tenía su planteamiento, nudo y desenlace (que no siempre pasa, a veces se te ocurre un concepto suelto y no hay quien lo hile). El único problema es que la musa me visitó demasiado tarde, como una semana después del cierre del plazo de entrega [emoji triste].

Así que tiempo después, cuando se hizo pública esta nueva convocatoria y vi que la idea también se ajustaba al tema, pensé que era la oportunidad ideal para reaprovecharla. La escribí, la envié (¡esta vez a tiempo!) y el jurado tuvo a bien seleccionarla junto a los otros doce ganadores.

Cuartos de maravillas

Los gabinetes de curiosidades o cuartos de maravillas que dan título a mi relato fueron algo así como los antecesores de los museos. Allá hasta el siglo XVIII (e incluso un poco más en algunos casos), ciertas personas con recursos económicos e interés por temas «extraños» (a veces médicos o científicos, en otras ocasiones esotéricos o religiosos) tenían un cuarto o gabinete donde guardaban los objetos más sorprendentes de su colección, que luego mostraban a sus amistades para admiración de estas.

En el caso de monarcas y mecenas con recursos, se llegaba a catalogar estas colecciones, de modo que eruditos de otros países podían solicitar el estudio de un objeto de su especial interés. Pero, por supuesto, muchos particulares mantenían un gabinete más modesto, a menudo poco más que un armario con llave, del que prácticamente nadie llegaba a tener noticia y cuyos contenidos solían ser los más chocantes y difíciles de justificar.

Como podéis imaginar, es uno de estos puequeños gabinetes el que centra nuestro relato, donde el último miembro de un decadente linaje de oscuro pasado acumula unos cráneos que sin duda no pueden ser humanos… ¿verdad?

Calabazas en el Trastero 32: Gabinete de curiosidades
Varios autores.
Saco de Huesos, 2021. 200 págs, 9€.

Trece relatos de terror fosco, esta vez con la temática común de los coleccionistas y los siniestros objetos que acumulan de forma compulsiva.