lunes, 11 de febrero de 2019

Tema frente a trama

Últimamente no me estoy por la labor de sentar cátedra (bastantes líos tengo en mi vida como para meterme en lo que hacen los demás), pero este es un tema que surge ocasionalmente y puede merecer la pena aclarar algunas cuestiones que me parecen evidentes.

Primero vamos a definir un poco de qué estamos hablando. La trama es, por resumir, el hilo narrativo de la historia que estás contando, y el tema la idea fundamental que subyace y le da sentido, como el leitmotiv de una melodía. Por ejemplo, puedes estar contando una narración bélica (con su trama de sucesos y personajes) y que el tema sea el heroísmo, o la locura de la guerra o el valor de la amistad, y ese tema permeará el enfoque de lo que ocurre en la trama. Si os gustan las analogías visuales, la trama sería la urdimbre de un tejido y el tema el color que se le da.

Hay quien diferencia a su vez entre trama y argumento, pero me parece liarse demasiado sin una ventaja clara. Teóricamente el argumento sería la exposición de hechos cronológicos sin establecer relaciones causales (lo que pasa sin más en la narración) y la trama el modo de conectarlos y presentarlos al lector, pero como veis es una división un poco chorra porque la trama incluye necesariamente el argumento, mientras que el tema es un factor aislado (puede haber múltiples temas aplicables a cada trama).

Ahora vamos a enfrentarlos. Evidentemente los dos son importantes, pero no voy a caer en la solución fácil de decir que le deis igual peso a ambos. Centraos, por amor de Azathoth, en la trama, y dejad el tema para una fase posterior, cuando no vaya a estorbar. Evidentemente habrá que establecer el tema en algún momento, pero no os empantaneís en él.

No por ello es irrelevante, si el tema no está presente se acaba pagando. Una situación típica de ausencia de tema es cuando a la narración le falta «alma». Suceden cosas en el texto y deberían resultar interesantes, pero no llegan a emocionar al lector (cosa que, fijaos, ocurre en muchas películas modernas de acción). Esto puede pasar cuando tienes una idea, la apuntas y transcurre el tiempo. Cuando por fin te pones a escribirlo parece que todo está ahí, las diversas partes se relacionan correctamente entre sí, pero falta algo, te da la sensación de que no es eso lo que tenías en mente cuando te surgió la idea. Lo que ocurre que se te ha olvidado el tema; en tu cabeza estaba implícito en su momento pero no apuntaste. Intenta buscar el tema adecuado y reescribe la historia con eso en mente, seguro que queda mucho mejor.

Pero si el tema es fundamental para que el texto cobre vida, ¿por qué digo que es mejor centrarse en la trama? Pues porque la trama es, con diferencia, mucho más difícil de establecer. Aunque una historia sin tema quedará coja, es muy fácil añadirle uno (antes de ponerse a escribir a saco, por supuesto). Así, cuando ya tengas una trama bien estructurada, decide cuál será el tema conjunto y podrás hacer algún ajuste aquí y allá para que el leitmotiv no se pierda, y todo saldrá bien. Y por supuesto se pueden añadir temas secundarios que afecten a una parte de la trama o a un personaje, etc.

En cambio, priorizar el tema es muy mala idea; el tema ha de ser sutil y no plantearse de forma demasiado obvia, o tu historia pasará a ser un cuento con moralina que no guste a nadie (típicas historias con deus ex machina para que ocurra «lo que debe», y no lo que indica la lógica). Por no mencionar que tendrás mucha más libertad diseñando la trama con cualquier idea que te parezca interesante o emocionante, y luego ligarlas con el tema que sea. Porque ahí esta el quid: existen infinidad de temas y, a diferencia de las tramas, todos son igual de buenos. El poder del amor, la traición de la confianza, la importancia de la amistad, la vacuidad del placer, lo efímero de la juventud… No hay tema malo, siempre que se dosifique adecuadamente y encaje con lo que se está narrando.