lunes, 26 de junio de 2017

Lecturas 2017 (I)

Nunca he llevado cuenta de mis lecturas, soy un poco caótico a ese respecto, pero a comienzos de 2017 decidí consignar lo que iba leyendo, como veo que hace mucha gente, por si salía algo interesante. Observaréis que unas cuantas han sido relecturas; tenía ganas de recuperar libros que me impresionaron en su momento.

Mi idea original era esperar a final de año y ponerlos todos juntos, pero me estaba quedando ya un artículo demasiado largo e incómodo, así que vamos a empezar por los diez primeros y ya seguiremos más adelante. Ha habido un poquito de todo, aunque se han colado varias novelas cortas (y me alegro, es una extensión injustamente despreciada en la actualidad). Cuando acabe, si sigo con ganas, intentaré preparar algunas estadísticas globales.

Esta es la lista:

Adiós a las armas [🎥]
Ernest Hemingway (1929)
Debolsillo, 2013. 374 págs.

Un auténtico clásico, con el estilo aparentemente fácil que hizo famoso a Hemingway y una visión descarnada de la guerra y la vida. El protagonista es un oficial de ambulancias en el frente italiano de la Primera Guerra Mundial, y aunque cuesta un poco pillar el ritmo de lectura, con tantas frases cortas y la ausencia de subordinadas, merece la pena insistir.

En busca del rey []
Gore Vidal (1950)
Edhasa, 1984. 245 págs.

Interesante mezcla de novela histórica con elementos de fantasía y, como original protagonista, un juglar, aunque se nota que es una obra primeriza. Se centra en la búsqueda del rey Ricardo Corazón de León durante su cautiverio en Alemania (finales del s. XII) y ya hablé largo y tendido de ella en su correspondiente entrada.

La balada del café triste
Carson McCullers (1951)
Booket Austral Básicos, 2014. 160 págs.

Maravillosa representación del gótico sureño y sus personajes aberrantes y atormentados, pero dotados de gran humanidad. Son varios relatos, y aparte del que da título al libro hay otros estupendos, como Wunderkind.

Por ahora McCullers es mi descubrimiento del año, espero seguir con más obras de esta autora en cuanto aligere la pila de pendientes.

El libro de Monelle
Marcel Schwob (1894)
Editorial Sirio, 2009. 95 págs.

Una maravilla. Principal muestra del simbolismo francés, es una obra maestra llena de sensibilidad y nostalgia. Marcado por la muerte de una prostituta a la que amaba, Schwob crea alrededor de su recuerdo su propia mitología, mezcla de inocencia, crueldad y sensualidad. Cosas así dan sentido a la literatura, aunque hay que saber sintonizar con lo que pretende el autor.

Cuentos eróticos de los locos años 20
Varios autores (1920s)
Clan Editorial, 2004. 295 págs.

Cogí esta antología más por interés histórico en la época que otra cosa, pero la verdad es que sorprende la apertura de miras de nuestros abuelos, con temáticas (incesto, homoerótico, masoquismo…) que hoy día no encontrarían hueco en publicaciones estándar. La calidad varía mucho, por descontado, desde cosas realmente bien escritas y cultas a otras sórdidas que sólo iban a lo que iban, pero ha sido un libro revelador en varios sentidos.

Mejillones para cenar
Birgit Vanderbeke (1990)
La Galera, 2009. 106 págs.

Una obra curiosa, formalmente muy original pero que se lee sin dificultad. Novelette de vanguardia muy famosa en Alemania en su momento, creo que abusa de la crítica a la figura tradicional del cabeza de familia hasta rozar la parodia y no ha acabado de envejecer bien, pero por lo demás ha sido un descubrimiento afortunado en un tipo de literatura que no suelo frecuentar.

Al otro lado del río
Jack Ketchum (2003)
El Andén, 2008. 108 págs.

Escogí esto para empezar con Ketchum por su brevedad y uff, muy pobre. Una especie de weird western fronterizo que no es ni una cosa ni otra. A pesar de que me encantan las novelas cortas, a esta historia le falta extensión, poder empatizar con los personajes y no meter tanta escena bestia que aporta bien poco. La traducción tampoco da sensación de ser gran cosa.

Viaje a través del cristal
George Sand (1864)
Adiax, 1982. 237 págs.

Es lo primero que leo de la baronesa y se me ha hecho muy cuesta arriba. Su dominio de la prosa es magistral, pero la historia se arrastra y esa obsesión por seguir los patrones del relato fantástico decimonónico, tan artificiales y fríos, torpedean lo que pueda tener de original la trama (que en sí no está mal). El libro contiene algunos relatos más, irregulares.

El diamante tan grande como el Ritz, Cuentos 1
Francis Scott Fitzgerald (1920-28)
Debolsillo, 2015. 858 págs.

Primer tomo de los cuentos completos de Fitzgerald, un formato que él mismo consideraba menor pero donde dejó sus mejores perlas (como El extraño caso de Benjamin Button, incluido en este volumen). Hubiera preferido una selección de relatos, aunque reconozco que desde el principio son buenos y además muy reveladores de esa juventud de los locos años 20 que empezaba a tomar forma. Sus personajes femeninos en particular son arquetípicos de la época y resultan todavía muy refrescantes.

Harry Potter y la piedra filosofal[🎥]
J.K. Rowling (1997)
Salamandra, 2010. 254 págs.

Por insistencia extrema de mi hijo voy a empezar a leerme la saga de Harry Potter. El objetivo es llegar por lo menos hasta la cuarta novela.

Esta primera es simpática aunque irregular, muchas buenas ideas mezcladas con secciones lentas y muy difíciles de creer (lo de los Dursley, principalmente), con una historia muy básica y clásica (niño pobre descubre que es famoso y tiene poderes) pero que se salva con un final inesperado.

Nota: La segunda parte de esta lista se encuentra en este artículo y la tercera en este otro.

viernes, 16 de junio de 2017

Firmando se aprende

Como ya anuncié por aquí, el pasado día 2 estuve en la Feria del Libro de Madrid firmando La Fuente de las Tinieblas en la caseta de Atlántica Juegos (una gente majísima, por cierto, y con mucha experiencia en estas cosas). Pongo algunas fotillos a lo largo del artículo para que veáis que no miento.

La verdad es que algo así hace ilusión, y más porque yo vivía de crío cerca del Parque del Retiro y mi padre me llevaba siempre a la feria (antes incluso de que aprendiera a leer), y luego la frecuenté mucho de adolescente, preso de mi pasión por la literatura de género. Así que, quieras que no, es como otro logro conseguido, aunque no se puede decir que reventara la feria con mi presencia. De La Fuente de las Tinieblas debí de firmar seis o siete ejemplares, aparte de unos cuantos de las antologías pequeñas de Edge, Ritos de Dunwich y Adoradores de Cthulhu, ya que también estaba conmigo firmando Rubén Serrano, el recopilador. No fue un exitazo, tampoco un fracaso absoluto; digamos que pasable, como tantas cosas en la vida.

Por lo que me contaron, las sesiones de firmas en las ferias van a rachas. Y es verdad, de repente se acumula gente preguntando por tu libro y estás intentando que todos tengan acceso a él, y luego te pasas un buen rato que no viene ni el Tato, así que aproveché para sacar algunas reflexiones de lo que supone estar al otro lado de la barrera, y de paso las comparto aquí con quien esté interesado.

La principal es que la promoción en redes (que fue bastante intensa por parte de la editorial, la librería y los propios autores) no tuvo un impacto directo apreciable. Quienes se llevaron el libro lo descubrieron allí mismo, pasando por casualidad delante de la caseta. Lo cual es lógico si te pones a pensarlo: no somos famosos como para que nuestro mero nombre atraiga a las masas, y por otro lado mediante esos canales especializados sólo llegas a un público que casi con total seguridad ya conocía el libro y se lo compró en su momento si les interesaba. Pero atención, sí que es verdad que mover el título y hablar de él ayuda aunque la gente no vaya a las firmas: las ventas online, por ejemplo, tuvieron un notable repunte esa semana. O sea que el objetivo principal podría no estar en la sesión en sí, sino en dar vidilla adicional a libros con unos meses de antigüedad. Tenedlo en cuenta al sopesar estas iniciativas.

Sobre el público en sí, también hay alguna conclusión curiosa que extraer. Por ejemplo: por lo visto las jóvenes lectoras se interesan mucho por las novedades, y en la feria hay un montón (de novedades y de chicas), así que muchas estuvieron hojeando el libro y preguntando por el tipo de historias que incluía. Y también se acercaron varias mujeres mayores que no sólo conocían la obra de Lovecraft sino que controlaban del tema (y de verdad, nivel «pronuncio Cthulhu mejor que tú»). Pero ni unas ni otras acabaron decantándose por La Fuente de las Tinieblas o por las otras antologías de Edge; todo lo que se vendió fue a varones. De hecho, en el único caso en que unas chicas compraron el libro, al preguntarles a qué nombre lo dedicaba resultó que se lo iban a regalar a un amigo. Es raro, porque todos los informes apuntan a que las mujeres leen de media más que los hombres. ¿Son los Mitos una excepción, o afecta a todo el género de terror, o qué sucede? Porque en la presentación del libro el panorama fue muy similar, y me atrevería a decir que en Leyenda.net también ocurre lo mismo. Hay una barrera que romper ahí.

Por supuesto, lo que más vende son las sagas de fantasía de moda, y si están dirigidas a un público joven, doble premio. Es que no hace falta ni promocionarlas, viene la gente a pedirlas y se las llevan a capazos. Me quedó claro que escribiendo terror pierdo el tiempo . Pero en general todo el mundo fue muy amable y aunque no les interesara tu libro te deseaban suerte, y se agradece, aunque descubrí que también en estos eventos hay quien se dedica a vacilar y a tocar un poco las narices, sabiendo que debes ser educado con ellos. No sólo conmigo, con los propios dependientes de la librería para comprar un puñetero libro. ¿En serio hay personas con una vida tan triste como para tener que comportarse así? Ay, qué poca fe me queda en la humanidad.

Pero bueno, en resumidas cuentas fue una experiencia positiva, no tan glamourosa como se supone pero sí instructiva. Y oye, que he estado firmando en la Feria del Libro y vosotros no 😛.

martes, 6 de junio de 2017

Do you read Sutter Cane?

Sin duda una de mis mayores influencias literarias (y estoy seguro de que esto mismo se podía aplicar a muchos de quienes escribimos terror en la actualidad) ha sido la obra de Sutter Cane, que en mi caso devoré a principios de los años 90 en aquellas ediciones baratas que sacó en tapa blanda Arcane Publishing (ya desaparecida, por cierto). Unas historias impactantes que redefinieron el género tal como se conocía hasta ese momento.

Cane fue un autor enigmático y reservado, que dejó de escribir de forma tan sorpresiva como había sido su aparición unos pocos años antes, y cuyo legado tristemente comienza a olvidarse. En buena parte por su propia culpa, ya que él mismo (o sus herederos, ni eso está claro) impidió la reedición de sus novelas cuando dejó la literatura, como ya se había negado antes a autorizar la traducción de las mismas a otras lenguas. Esto hace que esos viejos tomos usados, de papel ya amarillento y tapas desgastadas, alcancen precios prohibitivos en el mercado de segunda (y tercera) mano, impidiendo que el público general se aproxime y descubra su obra. Una lástima.

Hay quien le consideraba heredero de H.P. Lovecraft, otros sucesor de Stephen King, y en efecto se podían encontrar aspectos de ambos autores en sus libros (mismamente los títulos de las novelas parecen homenajearles), o puntos en común como esa ambientación en una Nueva Inglaterra rural, llena de oscuros secretos y rituales impíos. Sin embargo, Cane supo dar a sus escritos un carácter propio que atrapaba al lector, le sumergía en la historia hasta un punto en que costaba desengancharse. Cuántas veces habré cerrado bruscamente una novela, tratando de readaptarme a mi entorno, con la mente llena de esas imágenes perturbadoras que se negaban a desaparecer… Ah, ya no se publican libros así. No es de extrañar que sus fieles aficionados nos saludáramos en las convenciones, o al ver a alguien por la calle con una de sus novelas en la mano, con ese ya mítico "Do you read Sutter Cane?" que tan buenos recuerdos nos trae .

Para los que no hayáis tenido la fortuna de conocerlo de primera mano, creo que su estilo podría definirse como una mezcla de horror cósmico y ese gore (casquería, que decíamos por aquí) que había puesto de moda Clive Barker pocos años antes. Ciertamente las novelas de Sutter Cane están plagadas de escenas desagradables, estomagantes muchas veces, donde no nos ahorra ni un ápice de dolor y crueldad. Sin embargo, y aunque ya sabéis que no soy nada fan de la sangre, creo que Cane logra superar a sus coetáneos dando una significación superior a lo que cuenta. No se trata de mostrar depravaciones sin sentido, por el mero placer de escandalizar al lector, sino que todo está muy bien hilado dentro de una estructura de abandono cósmico, de futilidad de la existencia humana, que hace que esos actos en principio aberrantes resulten plenamente coherentes y hasta naturales.

Ese efecto se ve reforzado cuando lees varias de sus novelas y vas descubriendo que hay una capa superpuesta que conecta todas ellas y les otorga significados adicionales, algo que el público general (y los críticos) normalmente pasaba por alto pero que para los aficionados era realmente la guinda del pastel, un premio adicional a nuestra fidelidad. Con esa nueva información (o perspectiva más bien), releer las novelas anteriores constituía prácticamente una nueva experiencia, acceder a un nuevo grado de inmersión literaria (y explica, de paso, que los ejemplares que perduran estén tan manoseados). Cómo podía tener Cane tanta imaginación y planificar tan bien de antemano toda su obra es algo que aún hoy me llena de admiración, y que se ha intentado imitar siempre en vano. Yo, desde luego, no me veo capaz. Es como si una conciencia sobrenatural guiara con maestría sus palabras.

Todos estos niveles de lectura exigían mucha atención al lector, como es lógico. Tomar notas, releer, combinar incluso capítulos de diferentes novelas que a primera vista parecían inconexos… Todo esto creaba una conciencia de grupo entre los verdaderos devotos de Cane, que algunos se tomaban quizá demasiado a pecho. Si nos ponemos a pensarlo, nada en el fondo muy diferente a lo que pasó tiempo después, por ejemplo, entre los aficionados a la saga de Harry Potter. Sin embargo, y supongo que dada la naturaleza aterradora de la obra de Cane, los medios de desinformación aprovecharon (como siempre) algunos accidentes aislados para culpar a este género literario de la violencia que en realidad palpita en la sociedad moderna, buscando siempre una excusa para manifestarse. Una pena, porque conozco a varias personas que no quisieron acercarse a las novelas de Sutter Cane por culpa de esta injustificada mala fama. Como si un libro fuese a alterar tu personalidad.

Actualmente, y gracias a internet, es mucho más fácil encontrar información sobre el subtexto de las novelas: pueblos, personajes que reaparecen, edificios malditos… Lo que antes obligaba a dejarse la vista durante días ahora está a un click de distancia. Sin embargo, id con ojo porque, curiosamente, la mayoría de las versiones pirateadas de las novelas que corren por ahí están drásticamente recortadas o incluso tienen partes inventadas que no se parecen en nada a los originales (y lo digo después de haber comparado varias con los ejemplares que conservo en casa). Muy extraño.

Por desgracia la séptima novela de Cane, que se suponía que iba a acabar de pintar ese lienzo colectivo y cerrar los cabos sueltos que quedaban, nunca llegó a publicarse. Titulada provisionalmente In The Mouth of Madness (aparece anunciada en algunas de las últimas tiradas de las novelas precedentes), los detalles exactos de su frustrada publicación nunca han sido aclarados. O, por lo menos, no de forma satisfactoria.

Hay fuentes que aseguran que los editores rechazaron el manuscrito por «excesivo» (algo difícil de creer, sobre todo por los ingresos que sin duda habría generado para la propia editorial), otras que el original fue destruido por el motivo que fuera y que Cane (que escribía a máquina y no hacía copias de sus originales) no estuvo dispuesto a reescribirlo y dio carpetazo a su carrera literaria. Por fin, no falta quienes dicen que simplemente Cane no se vio capaz de dar una culminación a su obra con la calidad que se esperaba de él. Como nunca hubo una declaración oficial (y Cane jamás ha concedido una entrevista), cada uno puede quedarse con la explicación que más le satisfaga.

El caso es que sus fieles lectores nos quedamos, por así decirlo, sin nuestra droga en su punto álgido, obligados a un desenganche forzoso que, lo admito, fue duro superar. A veces aparecen textos espurios que pretenden ser capítulos rescatados de la novela (de manera similar a lo que sucede con el ficticio Necronomicón que inventó Lovecraft), pero su calidad es siempre muy inferior a la que acostumbraba Cane. Quién sabe, quizás haya sido mejor así, puede que nuestras expectativas fuesen tan elevadas que nada, por tremendo que fuera, hubiese podido colmarlas. Nunca lo sabremos.

Pero que eso no os impida, si tenéis la oportunidad, disfrutar de los libros que sí nos dejó, aunque cada vez sea más complicado conseguirlos. Y ya sabéis, si os encontráis con alguien que parezca interesado, preguntadle siempre: Do you read Sutter Cane?