El otro día me enteré por casualidad de algo que ignoraba (sí, otra cosa más).
Resulta que hace unos cuantos años traté de hacerme con unos libros de la Editorial Ultramar (las sagas que habían publicado de Jack Vance, por más señas) para una persona muy especial. Conseguí algunos, y al compararlos con mis antiguos ejemplares me sorprendió observar que, pese a tener el mismo número de páginas, los tomos eran bastante más gruesos. Asimismo, las portadas eran más lisas y menos flexibles que las de antes. «Les irá mal y estarán ahorrando costes», pensé. Y efectivamente al poco supe que la editorial había cerrado, una noticia triste pero corriente en el mundo editorial. Fin del capítulo.
Pasan los años, llegamos a la actualidad y leo en un grupo de Facebook que lo que pasó fue otra cosa. En aquel momento (cuando yo compré los libros por segunda vez) la editorial ya había cerrado. Lo que sucedía es que «alguien» había afanado las planchas de los tomos y los había reeditado ilegalmente, con papel y cartón de peor calidad, para distribuirlos luego por ahí (y embolsarse un dinero, claro). ¿Cómo os quedáis?
Es fácil saber si una edición de Ultramar es pirata si podéis compararla con la original, pero de lo contrario no resulta tan sencillo. La portada rígida es una señal delatora, pero otros son muy similares a los originales, y sólo se diferencian por ser algo más gruesos y los colores de la portada más vívidos. Por supuesto, ISBN, logos y demás son idénticos. Os he puesto un par de fotos hechas con mi porquería de móvil, por si aclaran la situación.
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