Parece que fue ayer cuando aparecía por primera vez en un libro una de mis historias, y a lo tonto ya llevo como treinta relatos publicados. Quieras que no, eso te va dando experiencia (aunque sea a golpes); ciertamente tengo las cosas más claras que al principio, aunque es bien sabido que la práctica nunca sustituye al talento.
No estoy en situación de dar lecciones a nadie, ni ganas, pero me consta que algunos seres (pocos, pero algunos y quizá humanos) leen los artículos que subo, por lo que he pensado que una breve guía puede serles de utilidad si por algún azar del destino desean meterse en este mundillo que tan pocas alegrías da.
Ya sabéis que odio con toda mi alma esas listas de «X cosas que debes hacer para escribir bien», porque para cada norma que dan hay alguna obra maestra de la literatura que se la salta a la torera, así que esto son meros consejos nacidos de mi experiencia, que quizá le resulten de utilidad a alguien. En el fondo todos son de mero sentido común, como suele ocurrir.
Apúntalo todo
Cuando lo veas en tu cabeza, apúntalo de inmediato; es muy fácil que pierdas la inspiración o te olvides de aspectos importantes. Sé que parece imposible, lo tienes tan claro que no se te va a ir… Pues pasará. Escenas, argumentos, motivaciones… Aunque sólo sea una descripción aislada que te seduce, ponla ya en negro sobre blanco. No hay excusa para no llevar siempre encima un cuadernillo de notas y un boli: son baratos y muy útiles.
Y aunque luego te acuerdes de la idea, sigue siendo mejor apuntarlo en caliente. Aunque no lo parezca, un texto fresco queda mucho mejor que cuando hay que tirar de memoria, en especial los diálogos, donde una pequeña diferencia en las palabras puede hacer que pierdan toda la fuerza.
Parte de un esquema
Hay quien puede ponerse a escribir por el comienzo y tira millas hasta llegar al final, bravo por ellos. Yo no soy así, y de hecho tengo serias dudas de que ese sistema funcione para algo mínimamente extenso o complejo. Para mí, el esquema es mi mejor amigo: divido el argumento en partes bien diferenciadas y apunto qué pasa en cada una y qué extensión aproximada tendrá. Si el esquema está bien hecho (y esto es más complicado de lo que parece), se comprueba de un vistazo si la historia funciona y merece la pena.
Lo ideal es que cada sección comprenda aproximadamente una escena, y que estén más o menos equilibradas. De hecho, he aprendido en mis carnes que no basta con apuntar de antemano lo que pasa, sino también por qué: tener clara la conexión causal entre episodios o secciones es muy importante. Trabajar a partir del esquema permite además copiar en su sección correspondiente todo lo que hemos anotado en nuestro cuadernillo de ideas, de forma que las secciones crezcan a partir de esas semillas, lo que sirve para superar el típico bloqueo inicial ante el papel en blanco.
Reduce personajes
Los personajes son como las pelotas de los malabaristas: hay que mantenerlos en movimiento todo el rato y no deben chocar entre sí. Y como sabréis si lo habéis intentado alguna vez, la dificultad crece exponencialmente con cada elemento adicional (inciso ameno: récord del mundo de malabares con siete bolas de forma sostenida). Con un alto número de personajes, lo más probable es que algunos estén poco desarrollados, poco aprovechados o despisten al lector. Repasa la lista de personajes y comprueba si son necesarios. Si puedes eliminar alguno, hazlo. Si puedes fusionar dos en uno, mejor aún.
Y diferencia bien los que queden, en personalidad, aspecto físico y hasta modo de expresarse. Idealmente uno debería saber qué personaje está interviniendo sólo con leer sus palabras, sin necesidad del «dijo Fulanito», aunque ya sé que no siempre es fácil conseguirlo. Un truco que suelo usar es no dar nombre a los personajes, así te tienes que asegurar por narices de que se diferencian bien por su función en la historia.
Mantén el nivel de detalle
Igual esto es algo que sólo me pasa a mí, pero yo lo comento por si acaso. Cuando uno realiza una (encomiable) labor previa de documentación o ambientación histórica puede ocurrir que, llevado por el entusiasmo, incorpore muchos detalles en la primera parte del texto y luego se vaya «olvidando» conforme avanza la trama.
Hasta cierto punto es normal, porque es al principio cuando tenemos que meter al lector en el entorno de la narración, y que luego sea el interés de la historia el que le haga seguir leyendo, pero un desequilibrio excesivo da sensación de pobreza. Conviene ir repartiendo homogéneamente los detalles, las palabras de época, las descripciones de elementos extraños, etc. Por suerte, esta es de esas cosas que normalmente se pueden arreglar durante la corrección. Y hablando de corregir…
No sutures hasta el final
Otra analogía cogida por los pelos: escribir es como operar. Si suturas la incisión con destreza, la piel quedará lisa, pero si luego hay que reabrir, al final aparecerá una fea cicatriz. Es mejor hacerlo todo mientras la herida está aún abierta.
Con esto quiero decir que no vayas puliendo el texto por partes, porque es muy probable que algún aspecto del resto de la narración te obligue a tocar lo que ya has dado por bueno (situación típica: decides al final que un personaje o elemento debe aparecer antes de lo previsto, para que quede más natural). Y modificar un texto que ya has corregido y pulido es mucho, muchísimo peor, créeme. Aunque vaya quedando todo «cogido con pinzas», no pasa nada, ya habrá tiempo de embellecerlo. Lo importante es que esté ahí todo lo que tiene que pasar en la historia. La fase de corrección sólo debe hacerse cuando todo el texto esté terminado.
Y ahí me paro. ¿De qué os van a servir estas cuatro o cinco pinceladas? ¡Absolutamente de nada! ¿No es maravilloso?
5 comentarios:
Muy útil y sin pretensiones. Agradecido
Así soy yo, sin pretensiones y sin pretendientes 😅.
Saludos,
Entro
Buenos consejos. Comparto en redes.
Saludos.
Se puede aplicar a partidas de rol perfectamente, me lo quedo!
gracias Aitor!!
De nada, me alegra que pueda seros útil 😉.
Saludos,
Entro
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