El año pasado fue complicado para todos (ay, 2020, no esperábamos esto de ti) y, además de otras cosas mucho más trascendentes, no publiqué ningún relato por primera vez desde que empecé en esto allá por 2012. Entre que estoy bastante apartado del mundillo literario y que diversos proyectos pendientes se han retrasado, me quedó un año en blanco de lo más deprimente.
Pero parece que 2021 no va a seguir por el mismo camino, gracias como tantas veces anteriores a la buena gente de Saco de Huesos, que sigue en la brecha y acaba de publicar la antología Calabazas en el trastero: Coleccionistas donde se incluye uno de mis relatos, titulado en esta ocasión Gabinete de curiosidades.
Gabinete de curiosidades, aunque fue escrito en febrero de 2019 para esta convocatoria, tiene en realidad su origen en una idea que se me ocurrió años antes para otra de las antologías foscas de Saco de Huesos, la de Criptozoología. Encajaba muy bien con la temática propuesta y tenía su planteamiento, nudo y desenlace (que no siempre pasa, a veces se te ocurre un concepto suelto y no hay quien lo hile). El único problema es que la musa me visitó demasiado tarde, como una semana después del cierre del plazo de entrega [emoji triste].
Así que tiempo después, cuando se hizo pública esta nueva convocatoria y vi que la idea también se ajustaba al tema, pensé que era la oportunidad ideal para reaprovecharla. La escribí, la envié (¡esta vez a tiempo!) y el jurado tuvo a bien seleccionarla junto a los otros doce ganadores.
Cuartos de maravillas
Los gabinetes de curiosidades o cuartos de maravillas que dan título a mi relato fueron algo así como los antecesores de los museos. Allá hasta el siglo XVIII (e incluso un poco más en algunos casos), ciertas personas con recursos económicos e interés por temas «extraños» (a veces médicos o científicos, en otras ocasiones esotéricos o religiosos) tenían un cuarto o gabinete donde guardaban los objetos más sorprendentes de su colección, que luego mostraban a sus amistades para admiración de estas.
En el caso de monarcas y mecenas con recursos, se llegaba a catalogar estas colecciones, de modo que eruditos de otros países podían solicitar el estudio de un objeto de su especial interés. Pero, por supuesto, muchos particulares mantenían un gabinete más modesto, a menudo poco más que un armario con llave, del que prácticamente nadie llegaba a tener noticia y cuyos contenidos solían ser los más chocantes y difíciles de justificar.
Como podéis imaginar, es uno de estos puequeños gabinetes el que centra nuestro relato, donde el último miembro de un decadente linaje de oscuro pasado acumula unos cráneos que sin duda no pueden ser humanos… ¿verdad?
Varios autores.
Saco de Huesos, 2021. 200 págs, 9€.
Trece relatos de terror fosco, esta vez con la temática común de los coleccionistas y los siniestros objetos que acumulan de forma compulsiva.
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