Hoy voy a hablar de otra de mis manías como lector, que por desgracia son muchas. Véase, por ejemplo, mi poca tolerancia a la cursiva enfática. Qué le vamos a hacer, yo soy así.
En este caso mi queja va sobre el signo de la raya, lo que solemos llamar «guion largo». Como sabéis (y si no, esa página de la RAE lo explica bien), los principales usos de la raya son, primero, para marcar la intervención de cada personaje en los diálogos, junto a las explicaciones pertinentes (mirad de paso este otro artículo sobre los verbos en los diálogos, donde analizo en mayor profundidad ese aspecto) y, segundo, para envolver incisos en general, de forma muy similar a un paréntesis. La propia RAE indica que «los incisos entre rayas suponen un aislamiento (…) menor que los que se escriben entre paréntesis», aunque yo ahí tengo mis dudas y los veo muy similares. Digamos que cumplen una función parecida.
Así dicho, no tengo ningún problema con la raya. Visualmente no es gran cosa (es más simpático el punto y coma), pero sirve. El asunto viene cuando se usa con esos dos sentidos (diálogo e incisos) a la vez (observad la cursiva enfática, plenamente justificada por mi justa ira).
Estaba leyendo Una de esas chicas, se Sara Zarr, y me he encontrado un claro ejemplo de esto que digo, aunque por supuesto se puede encontrar en muchos otros libros. Os copio un pequeño párrafo:
—Sí —respondí, sin especificar a cuál de sus preguntas estaba respondiendo. Y yo no lo llamaría salir. Tommy iba a buscarme al colegio de vez en cuando en su Buick —un Riviera del 77 al que trataba mejor que a cualquiera de sus amigos— y me llevaba a Half Moon Bay.
Veis el problema, ¿verdad? Al principio del párrafo la raya tiene su función habitual en los diálogos, pero de repente se usa otra vez, no para ceder la voz al personaje o matizar lo que dice, sino para introducir un inciso dentro de lo que piensa la chica. Vale, no cuesta darse cuenta, pero durante un instante me ha liado, y eso no me gusta. Me saca de la lectura, me obliga a fijarme en la forma y no en el contenido. Si hubiese usado paréntesis (o incluso comas) no habría confusión alguna, pero a la traductora no le ha dado la gana.
Y lo peor es que esto surge sobre todo por influencia de la literatura anglosajona. Allí los diálogos no usan raya, sino comillas (sí, lo sé, al principio queda raro pero acabas acostumbrándote), por lo que dejan la raya para incisos y en consecuencia nadie se lía. Pero como aquí copiamos cosas sin criterio, hemos importado esa manía de usar siempre la raya para los incisos y no vemos cuándo estorba. O, incluso viéndolo, no nos decidimos a usar paréntesis porque el resto del texto viene utilizando rayas. Si es que, lo que mal empieza mal acaba…
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