Apuesto a que tus sufridos investigadores de los años 20 han necesitado en más de una ocasión luz artificial para descubrir lo que ocurre en el sótano de la mansión abandonada, o para ver qué merodea en plena noche por el antiguo cementerio. Y por supuesto podrían recurrir a antiguos medios de iluminación pero, ¿no sería mejor que tuvieran a mano una linterna? Y seguro que queréis hacerlo realista, ¿verdad? Pues vamos a ver qué opciones tenían.
Tecnología disponible
Como suelo hacer, empecemos con la tecnología subyacente para hacernos una idea del camino que lleva hasta aquí. Para fabricar una linterna se necesitan dos elementos clave: una bombilla y una pila. Esto os puede parecer obvio pero no fue fácil llegar a ello. Vamos a verlo.
Toda pila se basa en una reacción química que produce una diferencia de voltaje entre dos terminales. Las primeras pilas, surgidas a comienzos del siglo XIX, se llamaban «líquidas» porque contenían precisamente elementos líquidos que desencadenaban la reacción y por tanto no se podían usar en cualquier posición ni mover demasiado. En algunos casos esto no supone un grave problema; por ejemplo, muchas de las baterías de los coches actuales siguen siendo una variante de las baterías líquidas de ácido-plomo, inventadas hacia 1860, aunque ahora usan geles en lugar de líquido y están selladas para evitar pérdidas. Pero evidentemente este tipo de pilas no servían para linternas portátiles.
Las primeras pilas «secas» verdaderamente útiles fueron las de zinc-carbono, que se comercializaron en los EE.UU. a partir de 1896 y que en la época que nos atañe son de lejos las más comunes en el mercado. Realmente en los años 20 ya existían otros tipos de pilas, como las alcalinas e incluso algunas experimentales con litio, pero eran minoritarias.
El invento de la linterna portátil vino inmediatamente después al de la pila, y tenemos la primera patente fechada en 1899. Ahora bien, las pilas estaban poco desarrolladas y por su parte las bombillas seguían teniendo el tradicional filamento de carbono (para que os hagáis una idea, las bombillas de carbono son esas con el filamento muy retorcido que dan una luz suave y cálida, que se ven en algunas cafeterías para dar ambiente). Pero los filamentos de tungsteno demostraron ser más duraderos y brillantes, y a comienzos de la década de 1910 se empezó a añadir un gas inerte al bulbo en lugar de vacío, aumentando la luminosidad: ya teníamos bombillas tal como las conocemos (bueno, las de antes de los leds, ya me entendéis).
Linternas
Como suele ocurrir con toda tecnología, las primeras linternas portátiles eran caras, frágiles y daban poca luz. Sin embargo pronto se convirtieron en un objeto popular debido a sus ventajas sobre los sistemas previos, ya que no tenían llama y por tanto no podían provocar incendios, ni se apagaban con el viento, ni consumían oxígeno (importante en las minas). Además, podían encenderse y apagarse de inmediato y sin complicaciones.
Por el lado malo, las pilas de zinc-carbono de estas primeras linternas no proporcionaban una corriente continua, sino que al cabo de unos segundos empezaba a decaer y había que apagar la linterna para que «descansara» y volviera a proporcionar una luz relativamente potente. Por ello algunos de los primeros interruptores no eran tales, sino un simple contacto que se apretaba para encender y en cuanto se soltaba cortaba la corriente, ya que en ningún caso iban a estar encendidas continuamente (de ahí viene su nombre en inglés, flashlights). De paso, esto las hacía muy útiles para enviar señales morse, como ocurrió en la Primera Guerra Mundial. La progresiva mejora de la vida útil de las pilas permitió mantenerlas encendidas varios minutos (a lo sumo) y los interruptores podían quedarse activados.
A partir de los años 10 las linternas eran ya muy similares conceptualmente a las modernas, y a comienzos de los años 20 podíamos encontrar en una tienda la típica linterna tubular con una base que se desenrosca para ponerle las pilas, otras de bolsillo y otras algo más grandes, muy parecidas a las de bicicleta, que se podían colocar sobre una mesa para trabajar. Era habitual que las linternas portátiles tuvieran espacio en la base para una o dos bombillas de repuesto. Se estima que en 1922 se habían vendido en los EE.UU. unos 10 millones de linternas y el mercado (linternas más pilas) movía unos 20 millones de dólares al año. La marca más popular era con diferencia Eveready, que casi era sinónimo de linterna portátil, aunque las Winchester también eran conocidas. Por su parte, las típicas bombillas de filamento de tungsteno se vendían bajo la marca Mazda, que pertenecía a General Electric.
Pilas
Las pilas portátiles se popularizaron realmente gracias al boom de la radio en los años 20 (un tema que deberíamos analizar otro día): como muchos hogares carecían de corriente eléctrica, las radios podían funcionar con pilas. Estos aparatos solían usar varios tipos de pilas a la vez, una para cada válvula de vacío. Al nombrar las válvulas como A, B y C, nacieron también los primeros tipos estandarizados de pilas.
Las pilas C y principalmente D (otro formato nacido por la misma época, más grande que la C) se usaron rápidamente para las pilas por su tamaño y voltaje (1.5V). Por ejemplo, la primera linterna de 1899 usaba tres pilas D en serie. Pronto se vendieron «tubos» de dos o tres pilas D en serie para linternas de 3V o 4.5V, respectivamente, de forma que se consumieran de forma homogénea y no se juntaran pilas nuevas con usadas. También existían linternas de bolsillo con pilas AA, aunque daban menos luz y solían ser decorativas (incluso las hubo para espías en la Gran Guerra). Las AAA son muy posteriores.
Lo sorprendente es que estas antiguas linternas aceptan perfectamente pilas actuales. La estandarización de formatos, tanto en dimensiones físicas como en voltaje, estaba relativamente avanzada en los EE.UU. desde 1919 gracias a la labor de la US National Bureau of Standards, aunque sus normas no dejaron de ser «recomendaciones» hasta 1928. No obstante, las pilas almacenadas acababan por descargarse aunque no se usaran. Por esto era importante comprarlas recién traídas del fabricante. Las pilas llevaban una fecha de caducidad impresa con mes y año. Eveready vendía sus propias pilas, lo mismo que Wincherster, junto a otras marcas conocidas como Cyclone o Burgess.
¿Y si no hay pilas?
La escasa duración y fiabilidad de las pilas siempre ha sido un problema. Una solución es llevar encima unas cuantas de repuesto, pero otra es, directamente, no usarlas.
Las linternas de carga mecánica (es decir, mediante el esfuerzo de su portador) son casi igual de antiguas, y en los años 20 solían funcionar con una palanca que había que apretar y soltar continuamente. Una rueda inercial en el interior de la carcasa mantenía la iluminación durante las breves fases de "soltar palanca". Otras tenían un cordel del que había que tirar, como un coche de cuerda. ¿Daban mucha luz? No, pero podían usarse en cualquier momento y situación, y eso a veces era una gran ventaja (por ejemplo en tiempos de guerra o tras una catástrofe natural). Y de paso, hacías ejercicio.
Bombillas y el cártel Phoebus
Si bien a principios del siglo XX hubo un gran avance tecnológico en las bombillas, aspecto clave de cualquier equipo de iluminación eléctrica, pronto el progreso se estancó y no era raro que bombillas antiguas duraran mucho más que las modernas, si bien con una menor luminiscencia.
Aquí entra en juego el llamado «cártel Phoebus», que casi parece nombre de organización malévola enemiga. El tema es que las principales compañías norteamericanas y europeas se asociaron en Suiza en 1925, bajo la tapadera de la corporación Phoebus S.A., para controlar el mercado internacional de bombillas y limitar la competencia y los precios. Además de esos objetivos, que en su momento quedaban en cierto limbo legal, se dice que también impusieron para las nuevas bombillas una obsolescencia programada de unas 1.000 horas de uso, cuando las antiguas llegaban con facilidad a las 2.500h. Sin embargo, también se ha aducido que la eficiencia total (a lo largo de la vida útil) de las bombillas Phoebus podría haber sido beneficiosa para el consumidor gracias a su menor consumo. En cualquier caso, el cártel siguió actuando hasta principios de la Segunda Guerra Mundial.
Aunque la tecnología incandescente de las bombillas de esa época era similar a la actual, la luz era más anaranjada (unos 1800-2400 Kelvin) y daban como la mitad de lúmenes de su equivalente moderno, quizá algo más si era nueva.
Aspectos prácticos
Durante una partida de rol puede ser importante conocer los precios de mercado de las linternas y sus componentes, así como su duración. A este respecto cuesta encontrar datos fiables, en particular para pilas y bombillas, aunque he intentado crear una tabla orientativa. Eran en general artículos populares y fácilmente disponibles incluso en almacenes rurales.
Objeto | Precio aprox. |
---|---|
Linterna normal | 1.5-5$ |
Linterna juvenil | 1-2$ |
Linterna de bolsillo | 1-1.5$ |
Pila D | 30¢ |
Bombilla | 20-30¢ |
Sobre la duración de una linterna, las pilas eran el elemento más efímero: como mucho unas cuantas horas de uso, y nunca de modo continuado (y si llevan tiempo sin usarse casi seguro que están descargadas o les falta poco). Pensad además que la potencia del haz de luz, que ya de por sí solía ser irregular, baja en cuanto las pilas estaban un poco usadas. En cuanto al peso, creo adecuado suponer que una linterna con tres pilas D pesaría alrededor de un kilogramo o un poco más.
Fin
Hemos llegado al final del artículo y, por supuesto, me he dejado varios temas interesantes en el tintero, como por ejemplo las lámparas que llevaban los vehículos o cómo eran en aquella época las cerillas (para cuando no hay a mano una luz eléctrica), pero estaba haciéndose demasiado extenso. Espero cubrir en un futuro lo que queda pendiente.
En cualquier caso, espero que todo lo anterior os haya servido de orientación para vuestras ambientaciones históricas y, si en algún momento me topo con un aspecto interesante que haya pasado por alto, lo incluiré en futuras actualizaciones. Mientras tanto, disfrutad de los años 20.
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